Todos los elementos que conforman la ciudad –muebles o inmuebles, vivos o inanimados, artísticos o contaminantes– dibujan el mosaico de colores que es nuestra ciudad. Repasamos algunas de las tonalidades más emblemáticas.
Sobre todo por la noche, este supositorio gigante de Jean Nouvel, que compite con el Gherkin de Foster, en Londres, luce en todo su esplendor. Es gracias al sistema de leds creado por Yann Kersalé que dice que buscaba un efecto moaré. Conclusión: Nouvel 1; Foster 0. Al menos en este caso.
En este templo no hay quien se reprima y las frutas y verduras que se asoman por lo que serán los laterales son un buen ejemplo de exuberancia. La verdad es que, a diferencia de lo que nos pasa a los humanos, todo nuevo elemento arquitectónico queda horripilante hasta que no envejece.
Rosa desde arriba
Desde el Tibidabo, Barcelona es de color rosa, y no lo digo porque haya ido enamorada a besarme con un chico al mirador de la Arrabassada (un clásico), sino porque es científicamente –es decir, empíricamente– comprobable. Subid una mañana soleada de invierno y lo veréis.
Las hojas de los plataneros
Son los grandes indicadores del paso de las estaciones en la ciudad y por eso estos árboles, por más dolores de cabeza que le den a los de Parques y Jardines, tienen que seguir siendo los árboles de Barcelona. ¿Qué haríamos sin ellos? Necesitamos las hojas relucientes en primavera y marchitas en otoño.
El petróleo marino
Tenemos una ciudad tan 'cool' que el mar es tornasolado, sobre todo en la zona del puerto. Mirad el agua desde la pasarela que lleva al Maremagnum y veréis como brilla con diferentes colores. Los peces no están de acuerdo pero, por suerte, no tienen derecho a voto.
Amarillo y negro
Son los colores más destacados de la ciudad. A pesar de la fuerza catalanista que ha ido imponiendo el amarillo y el rojo, a favor y en contra; los triunfos del Barça, que lo tiñen todo de azulgrana y los impulsos anarquistas de rojo y negro, los taxis, caiga quien caiga, siempre circulan.
Gris paloma
En Valencia las palomas son blancas y hacen bonito. A nosotros nos han tocado las grises, qué le vamos a hacer. Parece que nuestras aves estén condenadas al gris porque incluso las cotorras invasoras están abandonando el verde. Algún biólogo debería investigar. ¿Una reacción mimética?
Pez de Gehry
La escultura de acero inoxidable tiene unos dorados que lo alejan de cualquier parecido con un humilde bacalao o una miserable sardina. Este pez, como mínimo, es una carpa dorada gigante y recuerda épocas en las que la ciudad vivía una fiebre del oro constructora que todavía sufrimos.
Está la roja de Madagascar, la punta de flecha azul, la punta de flecha dorada que, de hecho, es verde claro y negra brillante, la mono gigante, el renacuajo de barriga de fuego... y algunas parece que digan: “Mírame y no me toques, que estoy llena de veneno”. Suerte que la naturaleza, diligente, avisa.
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