Las terrazas más bonitas de Barcelona

A principios de 2003 Semolinika Tomic y un grupo de artistas que buscaban una madriguera para la creación escénica toparon con un patio en ruinas que había sido la sede del Teatro del Círculo Barcelonés Sant Josep, fundado en 1879 y donde se hizo teatro amateur hasta el 76. Hoy, el Antic Teatre y su enorme terraza anárquica, llena de vida humana y vegetal indisociable de todo lo que pasa dentro de la sala, es el auténtico oasis en medio de la Barcelona más castigada por el turismo.

Es uno de esos lugares donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa. Sentaos y disfrutad del espectáculo de un mediodía cualquiera entre semana con la compañía de un pescado fresco a la plancha. El menú de mediodía es de lo más recomendable: comida casera con mano de elaboración sabia, producto decente y precios muy contenidos. Los turistas se vuelven locos ante esta estampa constumista.   

El hotel Alma esconde en su 'back yard' un secreto que merece ser propagado como el Evangelio: un enorme jardín donde se puede tomar una copa en pareja o con amigos como si estuviéramos en un vergel frondoso. Un lujo asequible –una copa de vino vale 5 euros – que de tan bonito duele un poco.

Cazadores de rincones escondidos de la ciudad; al principio de la calle Minerva hay un portal de madera, si lo abrís, ¡sorpresa! Un precioso patio con terraza difícil de imaginar en medio del bullicio del centro.

Estáis en Les Filles Cafè. Cocina sana, de proximidad y ecológica pensada para contentar carnívoros, flexitarianos, vegetarianos y veganos. Interiorismo de revista de diseño; servicio atento y clientela Upper Diagonal. Brunch, comidas y cenas con propuestas eclécticas: de aquí (fricandó en tostada), asiáticas (sopa de coco y fideos de arroz), italianas (lasaña), del Mediterráneo oriental estilo Ottolenghi (alcachofa confitada con zumaque), ensaladas, hamburguesas y, por supuesto, tostadas con aguacate.

Zumos cold pressed, kombucha, refrescos e infusiones eco, cervezas artesanas y una variada carta de vinos. Proveedores escogidos con cuidado y gusto: carne ecológica del Ripollès, helados del Paral·lelo, café de SlowMov y pan de Origo.

Hay propietarios de locales que venderían a su madre y a la familia entera por tener una terraza como la que tiene el Fragments sobre la bonita plaza de la Concòrdia, pero es que estos abusones además tienen una terraza interior que invita a comidas íntimas y relajadas. Es un buen sitio para hacer el aperitivo, pero siempre que podáis regalaros un plato del espectacular falso risotto. 

Hacen conciertos de jazz, hay señores jugando al dominó y niños tocando las narices. Hay familias , jóvenes resacosos y señores que vienen del mercado. Hay cosillas para comer y beber que tú mismo tienes que ir a buscar a la barra. En medio del patio hay una fuente rodeada de bancos y en el interior del edificio se hacen talleres, exposiciones y otras actividades tradicionalmente asociadas a los centros cívicos de barrio, que es de lo que, después de todo, se trata.

Situada en la plaza de Prim, uno de los rincones con más encanto de Barcelona, por no ponernos chovinistas y decir del mundo, esta terraza es uno de los puntos de referencia de la buena cocina marinera de la ciudad. Mientras os metéis en la boca arroces y pescados de escándalo, podéis embobaros con los tres ombús que se han convertido en el emblema de la plaza. La experiencia provocará una pequeña perturbación en vuestra cuenta corriente, pero valdrá la pena.

Somos muchos los barceloneses que ponemos mala cara cuando escuchamos la palabra chiringuito; y no es para menos: nadie quiere pagar tapas de cartón piedra a precio de Michelin escuchando Pitbull. Evitarlo es difícil pero no imposible. Pasada la playa de Bogatell, al lado del espigón de la Mar Bella encontraréis La Base by Farré, una terraza nada 'cool' (¡gracias!) con casi medio centenar de mesas a 50 metros del mar donde beber unas cañas bien frías, picar unas bravas y acabar con un arroz no es un acto suicida. Tomad nota, aves nocturnas: en verano abren hasta las 3 h.

Un día cualquiera, entrad en el Hotel Cotton House. Emocionaos subiendo la majestuosa escalera y embelesaos con la decoración del edificio, antigua sede del gremio de algodoneros, hasta que lleguéis al éxtasis de su amplio patio interior, con cierto aire colonial pero de un buen gusto innegable. Los precios pican, pero aún así desearéis quedaros a vivir.

Nació en los años 20 con el nombre de Villa Jazmines como torre de veraneo. En los 50 se convirtió en la escuela de primaria Ferton y en 1987, Cecilia Clavell la compró y montó con sus cuatro hijos la Torre Rosa, la coctelería que todavía hay hoy. Sentarse una noche de primavera en su terraza llena de pinos y palmeras centenarias con un cóctel entre las manos –su especialidad son los afrutados– os hará sentir como los verdaderos protagonistas de la Dolce Vita.

La sombra y el olor de los pinos, la tierra en lugar del asfalto, el mar al lado... Pocos lugares hay en toda la ciudad mejores que éste cuando aprieta el calor.

Al mediodía hay un menú espléndido por menos de 13 euros. La terraza es media vida: los jardines de Joaquim Ruyra al servicio de una caña como las buenas de Madrid. Su propietaria es publicista de formación pero cocinera de pasión. Y la aplica con platos como judías verdes en tempura, finísimas, acompañadas con una mayonesa con trufa por menos de 6 euros

El mural de Joan Fontcuberta 'El mundo nace en cada beso' es el telón de esta terraza donde podréis comer platos vietnamitas o tomar un mojito. La comida aquí puede ser picante o delicada, y os puede enrojecer mente y boca: exactamente las mismas dos cualidades que tiene esta sensual obra de arte. 

El local de Gràcia –tienen también en el Raval y el Gòtic– tiene un tesoro al final de pasillo: doce mesas al aire libre, un níspero y un techo de caña. Perfecto.