¿De qué va? Una bodega cañí de barrio, recuperada por Alberto Moyano, abogado tabernero, factótum de la Monferry de Sants, y propietario de Sants es Crema. El sitio mantiene su brutal encanto obrero –¡esa colección de llaveros!– y ha incorporado una impecable oferta de tapas bien cerdas: albóndigas, cecina de toro, croquetas y cualquier cosa del cerdo. Cuando tocan embutidos, tocan materia prima ibérica de clase muy alta. Siempre hay torreznos. “El día que dejemos de tener torreznos chaparemos el garito”, dice Moyano.
¿Y el torrezno, oiga? Pues quizás el más famoso de Barcelona. Moyano lo prepara así: un cacho de panceta curada de 1,50 cm –el canon son 2,5 cm, pero ellos lo hacen así– frito con aceite iracundo primero para que la piel haga la burbuja, para bajarlo y subirlo de nuevo. El resultado es el clásico crujiente por fuera, tierno y grasiento por dentro, y una cobertura de deliciosas burbujas estallando en tu boca.
-Ricard Martín
Todo vuelve, dicen. Pero hay cosas que nunca se han marchado. Los torreznos son esa parte poco valorada de la carta de aperitivos que en el fondo marca la esencia y la personalidad de un bar de toda la vida. El rey del crujido que pide cerveza al siguiente trago, remedio mitológico para contrarrestar la resaca, el acompañamiento de cabecera de los habitantes de los bares de de tapas de verdad. Ahora que Paquita Salas, la representante más famosa de la ficción, ha tocado este manjar con su varita glotona, repasamos los bares de Barcelona que tienen los torreznos en el pedestal que merecen.
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