Hay muchas maneras de descifrar la estrecha relación entre Joan Miró i Barcelona. Hay que pasar por la Fundació Miró que, coincidiendo con el ciclo 'Miró, Documents', expone dibujos preparatorios, maquetas y documentación de las obras que el artista regaló a la ciudad bajo el título De Miró a Bcn. También se tiene que recorrer la ciudad para contemplar sus obras más célebres, y murales de nueva creación que rinden homenaje a los colores y las formas de Miró. Les seguimos la pista.
Todo empieza aquí, en la Terminal 2 del Aeropuerto de Barcelona, en el mural formado por 4.865 losas en que Miró, en colaboración con Josep Llorens Artigas, explota las formas y cromatismos habituales en su última etapa creativa.El Mural del Aeropuerto, el encargo que el Ayuntamiento hizo a Miró en 1968 para dar la bienvenida a los visitantes de la ciudad, pronto tendría compañía. En 1971 el artista escribía a Lluís Permanyer que quería regalar la escultura que previsiblemente se tenía que instalar en el Parque de Cervantes (y que finalmente no se realizó) y un pavimento en la Rambla, además del Centro de Estudios de Arte Contemporáneo, hoy sede de la FundaciónMiró. De esta manera, las obras de Miró recibirían los viajeros que llegaban a Barcelona por tierra, mar y aire.
¿Una obra de arte para ser pisada? El planteamiento del mosaico que adorna la Rambla a la altura del Pla de l'Os (aquí el esbozo) resultaba innovador a nivel creativo y técnico: el objetivo era que funcionara como un pavimento convencional y que no pasara desapercibido.
La anécdota sobre el Mosaic del Pla de l'Os, que Miró hizo en colaboración con Joan Gardy Artigas y los talleres Escofet, tuvo lugar meses después de la colocación de la obra, en enero de 1977 tal y como recoge el Catálogo de Arte Público de Barcelona. Un paleta dijo al artista que las baldosas estaban mal puestas. "No sabe lo que me costó convencer a los operarios para que pusieran de manera irregular las piezas!", le respondió Miró, atento a las reacciones de los peatones frente a su hito toponímico.
Aunque no entraba dentro de la lista de obras que el artista quería regalar a Barcelona –y la escultura que contemplaba para el parque de Cervantes nunca se llegó a construir–, Mujer y pájaro, la última de las obras públicas del artista, se ha convertido en una pieza indisociable del paisaje de la ciudad.
La mujer y el pájaro, con o sin estrellas, aparecen de forma repetida en la obra de Miró: sobre papel, pintados en lienzos o como protagonistas de pequeñas esculturas exentas. Una de estas obras previas sirvió de modelo para realizar el encargo municipal que desde los años 80 adorna el Parque del Matadero; Miró la redimensionó y decidió completarla con el trencadís en colores primarios de Joan Gardy Artigas.
En 1968 el antiguo Hospital de la Santa Cruz acogió la primera gran exposición de Miró en Barcelona, y entonces también comenzó a tomar forma la creación de un espacio dedicado a la obra del artista catalán que, por voluntad de Miró, debía contribuir a la difusión, el conocimiento y el debate del arte contemporáneo. Así nació el Centre d'Estudis d'Art Contemporani (en la marquesina de entrada a la Fundació todavía cuelgan sus iniciales), obra de Josep Lluís Sert, arquitecto del GATPAC e íntimo amigo de Miró, que proyectó un edificio "antimonumental, expresando un conglomerado de volúmenes".
Las nuevas generaciones también reivindican el artista. En la pared medianera de la calle Sant Pau, 88, luce el tributo que Sixe Paredes ha hecho a Miró en el marco del proyecto Ciutat Bella. El objetivo era transmitir su fascinación por la obra surrealista de Miró con su estilo propio, además de revidincar del artista como símbolo identitario en un barrio con mayoría de población inmigrante.