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Arte al aire libre en Barcelona

Algunas de las mejores obras de arte de la ciudad se encuentran al aire libre

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Juramos y perjuramos que se puede recorrer la ciudad de obra de arte en obra de arte. Y para hacerlo, no es necesario entrar en los museos de Barcelona. Desde el famoso mural del beso hasta las esculturas más emblemáticas de sus calles, la ciudad está llena de arte urbano que nos cuenta nuestra historia y nos recuerda quiénes somos.

De obras de arte al aire libre, las hay de todo tipo: odiadas, admiradas, ignoradas o idolatradas. Aquí hemos hecho una lista de las más célebres, pero también hay muchas que pasan desapercibidas y quedan escondidas entre el bullicio. Solo un consejo: pasead por la ciudad sin mirar el móvil y levantad la vista calle arriba. Quizás descubráis otras obras de arte que llevan toda una vida en nuestras calles, pero que siempre hemos estado demasiado ocupados para valorar.

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1. 'La jirafa coqueta' y 'El toro pensador', de Josep Granyer (1972)

Las esculturas La jirafa coqueta y El toro pensador dialogan en la Rambla de Catalunya. Ambas fueron creadas por el escultor catalán Josep Granyer y aportan un toque surrealista y humorístico al paisaje urbano de la ciudad.
a jirafa coqueta se encuentra en la confluencia de la Rambla de Catalunya con la Diagonal y nos presenta al animal de cuello estilizado con una actitud vanidosa y sofisticada, como si desafiara la gravedad mientras observa a los transeúntes con una pose casi humana. Al otro extremo, en la intersección de la Rambla de Catalunya con la Gran Vía, está El toro pensador, un guiño a El pensador de Rodin. La escultura muestra a un toro sentado en una postura reflexiva, con una expresión que sugiere introspección y serenidad. Josep Granyer, conocido por su originalidad y sentido del humor, creó estas obras como una crítica sutil a la sociedad de la época, utilizando animales con actitudes humanas para reflejar comportamientos reconocibles.

 

2. 'Mujer y pájaro', de Joan Miró (1983)

En 1968, el Ayuntamiento de Barcelona hizo una propuesta a Joan Miró: le pidieron que creara un mural en el aeropuerto para recibir a los visitantes que llegaban a la ciudad. El artista aceptó el encargo y decidió ir más allá: en lugar de una sola obra, creó tres, que darían la bienvenida a los visitantes según el medio en el que llegaran: tierra, mar o aire. Así, al entrar en Barcelona se puede admirar el mural de Miró en el aeropuerto; si se llega por mar, se puede caminar sobre el pavimento cerámico del Pla de la Boqueria; y si se llega por tierra, recibe a los visitantes una imponente escultura de más de dos metros titulada 'Dona i ocell'. 

La escultura tiene múltiples niveles de interpretación. Por un lado, representa una figura femenina con un pájaro en la cabeza. Pero también se pueden identificar formas relacionadas con los genitales (una abertura en forma de vagina y otra forma fálica), lo que remite a la costumbre romana de grabar falos en las puertas de las ciudades para desear salud y fuerza a quienes llegaban. Sea como sea, la escultura parece simbolizar la fusión de los contrarios en una armonía total.

 

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3. 'Mural del sida', de Keith Haring (1989)

El 27 de febrero de 1989, el artista estadounidense Keith Haring pintó en cinco horas un mural en la plaza Salvador Seguí, en el barrio del Raval. En él se podía leer, en español: “Todos juntos podemos parar el sida”. Debajo, una serie de figuras humanas eran perseguidas por una serpiente, a la que cortaban la cola y le colocaban un preservativo. Haring moriría poco después, víctima de esta enfermedad.

El mural, de treinta metros de ancho, estaba pintado sobre un plano inclinado, al pie de un muro de ladrillos. En 1992, con motivo de una reforma urbanística, la obra fue destruida, aunque previamente se hizo un calco exacto y se tomaron muestras de la pintura utilizada. En 2014, el mural fue reconstruido en el patio trasero del MACBA, en un muro de hormigón que lo separa de las viviendas de la calle Ferlandina. A pocos metros de distancia, también se encuentra un mural de Chillida.

4. 'Gato', de Fernando Botero (1990)

Este gato ha recorrido toda Barcelona: primero merodeó por el parque de la Ciutadella, luego subió a Montjuïc, junto al Estadio Olímpico, y después bajó de la montaña para ver el mar desde las Drassanes de Barcelona. En 2003, se dirigió al Raval y allí se sintió como en casa. Así que se quedó.

La escultura, obra de Fernando Botero, fue adquirida por el Ayuntamiento de Barcelona en 1987 y pasó quince años viajando por la ciudad hasta encontrar su ubicación definitiva. La Rambla del Raval es el lugar ideal para este gato, ya que su forma rechoncha y redondeada, con una expresión de tranquila satisfacción, contrasta con la sinuosidad y estrechez de las calles del casco antiguo.

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5. 'Cerillas', de Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen (1992)

En el barrio de Vall d'Hebron se alza una gigantesca caja de cerillas que parece haber caído del cielo. Esta monumental escultura de 20 metros de altura fue creada por los artistas Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen en 1992, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Barcelona. La obra, con colores llamativos y un estilo pop, representa una caja de fósforos de la que emergen cinco cerillas en posición vertical, una de ellas encendida con una llama azul. Alrededor, cuatro cerillas ya consumidas se dispersan por el suelo, creando una escena congelada en el tiempo.

Oldenburg y van Bruggen son conocidos por transformar objetos cotidianos en esculturas de grandes dimensiones, otorgándoles una nueva vida y significado. Como explicaban los propios artistas: "Con el paso de los años, la caja de cerillas, al igual que la cinta correctora de las máquinas de escribir, se ha convertido en un objeto arquetípico a punto de desaparecer, sometido a una perspectiva telescópica que lo transforma de un objeto íntimo y emotivo a un proyecto de gran escala, autónomo y casi abstracto, con una estructura y proporciones arquitectónicas".

6. 'La cara de Barcelona', de Roy Lichtenstein (1992)

 

El arte pop tiene su representación en el arte urbano de la ciudad en forma de una cara de 15 metros de altura, cubierta de mosaicos de colores vibrantes. Esta escultura icónica del Paseo de Colón se llama La cara de Barcelona y fue ideada por el prestigioso artista estadounidense Roy Lichtenstein en 1992, como parte de la remodelación que experimentó la ciudad para los Juegos Olímpicos. Desde entonces, se ha convertido en un símbolo de la integración entre tradición y vanguardia, dos características esenciales de Barcelona.

La obra combina el arte contemporáneo de Lichtenstein, con su característico estilo pop, y la herencia del modernismo de Gaudí, representada a través del trencadís (mosaico de cerámica rota), creando un puente entre dos épocas y estilos artísticos.

 

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7. 'L'estel ferit', de Rebecca Horn (1992)

Si conoces L'estel ferit (popularmente llamada "Los Cubos"), seguramente la imaginas siempre con el mar azul y el cielo rosado de fondo. Situada en la playa de la Barceloneta, es una de las piezas más emblemáticas del litoral de Barcelona y fue creada por la artista alemana Rebecca Horn en 1992. La escultura consiste en cuatro cubos de acero y vidrio apilados de manera aparentemente caótica, formando una construcción impactante de 10 metros de altura.

L'estel ferit es un homenaje al barrio de la Barceloneta, a la herencia de los pescadores y a los antiguos chiringuitos que solían poblar la línea marítima antes de la remodelación urbanística previa a los Juegos Olímpicos de 1992. Las estructuras inclinadas de los cubos evocan las antiguas barracas deterioradas, pero llenas de encanto, que desaparecieron con la transformación de la ciudad.

8. 'Mural de las ollas', de Frederic Amat (2000)

El artista barcelonés Frederic Amat concibió esta obra para celebrar la inauguración de la nueva sede del Institut del Teatre, situada frente al Mercat de les Flors en Barcelona. Mide 30 metros de largo y 17 metros de altura y está compuesta por aproximadamente 1.500 cántaros de cerámica esmaltada.
Cada cántaro fue elaborado artesanalmente y, cuando el barro aún era maleable y se encontraba a alta temperatura en el horno, el artista los deformó para crear formas únicas. ¿El resultado? Los cántaros parecen desprenderse de la pared posterior del Mercat de les Flors, formando una composición caótica e inquietante, como una danza de formas irregulares.

 

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9. 'Les formigues', de José Manuel Pinillo (2004)

Entre una rosa y una estrella de mar, unas hormigas avanzan en un camino serpenteante. Si te acercas, las hormigas van tomando forma hasta convertirse en letras, donde se puede leer:

« camí de sol – per les rutes amigues – unes formigues »

Este famoso mural se encuentra en una medianera del barrio de La Ribera y acompaña el trayecto entre el Mercat del Born y la iglesia de Santa Maria del Mar. Es un homenaje al caligrama homónimo de Joan Salvat-Papasseit, publicado en L'irradiador del port i les gavines (1921). Desde lejos, los versos parecen una hilera de hormigas, pero de cerca, con la formación literaria adecuada, se reconoce que se trata de un haiku, un poema japonés de tres versos breves.

 

10. 'Meeting Point', de Jordi Benito (2008)

Los meeting points son los puntos de encuentro de los no-lugares. Este Meeting Point, sin embargo, también sirve para recordar una frase de Pompeu Fabra: Con un acto de palabra podemos expresar más de un pensamiento.

Esta cita, seleccionada por el poeta Antoni Marí, fue convertida en una fórmula matemática por el científico Jorge Wagensberg y, finalmente, transformada en obra de arte por el fallecido Jordi Benito, quien no llegó a asistir a la inauguración. Se encuentra en el vestíbulo de la estación de Provença de los Ferrocarrils de la Generalitat.

 

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