“Los japoneses son unos locos del producto. Eso nos empareja. Respetamos, apoyamos y emplatamos el trabajo de productores que brindan una soberbia materia prima. Pero no somos unos puristas, escapamos de formalismos”. Desde tales presupuestos amplían la libertad del cliente (puedes quedarte en un ramen o vivir una sesión tan pantagruélica como refinada), se convoca el placer absoluto de un nigiri de toro con caviar y brota apetecible la sorpresa.
En el instituto todos buscaban un pupitre alejado del profesor. En cambio, las barras japonesas imponen la estrategia inversa; más codiciado el espacio cuanto más próximo al chef. Sentarse en primera fila para ver el preciso trabajo del itamae suele ser una de las más interesantes experiencias para los amantes de la gastronomía nipona. A continuación pormenorizamos nuestras favoritas.
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