En agosto Cachivache cumplirá cinco años. Desde entonces la propuesta de los hermanos Aparicio ha ido puliéndose hasta convertirse en la más atractiva taberna de la zona. De largo. Tanto que conviene reservar incluso un martes por la noche. De lo contrario, y con suerte, tendrás que apostarte en la barra. Y ahí estaban desde el principio sus albóndigas de butifarra del Valle de Arán. Y ahí siguen. A ver quién quita ahora de la carta uno de los grandes hits de la casa (junto al arroz meloso y el steak tartar). La ración trae cuatro piezas, generosas en tamaño, sobre una salsa española clara y alegre con un toque diferencial y decisivo, la trufa. Traen el bosque al plato y con el primer bocado empiezas a hacer planes para escaparte a ese rincón de los Pirineos centrales. Porque su cocina transporta pero quieres más.
"Cada una de las bolas que se hacen de carne o pescado picado menudamente y trabado con ralladuras de pan, huevos batidos y especias, y que se comen guisadas o fritas" (RAE).
No hay dos iguales. Quizás ni en el mismo plato. Y en la mesa donde caben dos caben tres. ¿Para qué quedarse en la media ración? Dicen que la vuelta a los sabores tradicionales, al chup-chup, al guiso, al recetario con las hojas manchadas de tanto abrir y cerrar, será tendencia este año. Nosotros, alumnos aplicados, hemos empezado ya a explorar el territorio. Y no hace falta irse muy lejos. En el barrio seguro que encuentras tu sitio de confianza. Se llame La Taberna Errante, Sylkar, Muñagorri o El Quinto Vino.
Al ritmo de "boleando voy, boleando vengo…", hemos proyectado una ruta para saborear con calma.
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