Azenhas do Mar (Portugal)
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12 lugares bonitos y desconocidos para viajar a Portugal (y quedarse con la boca abierta)

Porque el país vecino sigue siendo un misterio para los viajeros, y estos rincones para descubrir en una escapada lo confirman

Noelia Santos
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Somos de los que piensan que viajar a Portugal siempre es un acierto. Porque no falla entre las listas de mejores destinos de Europa (así lo llevan reconociendo en varias ediciones en los llamados 'Oscar del Turismo', los World Travel Awards) y porque está tan cerca que no ir a conocerlo sería un delito. ¿Qué necesitas para viajar a Portugal? Poco más que el pasaporte o DNI en regla, y muchas ganas de conocer un país único, da igual si es para una escapada romántica como para un viaje de fin de semana entre amigos. Lo mejor es que, a pesar de su cercanía, muchos de los rincones de Portugal siguen siendo un misterio incluso para quienes piensan que ya lo conocen todo del país vecino. 

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A poco más de media hora desde Lisboa (unos 40 kilómetros), justo antes de adentrarnos en la región del Alentejose encuentra la puerta de entrada a Setúbal, municipio oculto tras las montañas del Parque Natural de Arrábida. Una carretera serpenteante y panorámica sirve de bienvenida, mientras dejamos en el retrovisor algunas de las panorámicas más bonitas de la zona: en sus 17.000 hectáreas se esconden más de 40 kilómetros de senderos y preciosas playas como Galapinhos, un refugio de aguas tranquilas y cristalinas accesible solo para locales (y para los viajeros mejor informados). Y de lugares tan sobrecogedores como el Convento da Arrábida, fundado en el siglo XVII y perfectamente mimetizado con su entorno en el que casi llega a desaparecer creando una de las postales más fascinantes del parque. 

2. Monsanto

Este poblado empedrado, literalmente excavado en las rocas, es digno de ver: está en Castelo Branco, en medio del paisaje del Batolito Granítico de Penamacor (a 20 minutos al este de la raya con España desde Coria, Cáceres). Y es algo así como el perfecto ejemplo de integración urbanística: sus casas y hasta su castillo (a 758 metros de altitud) no esquivan las moles de granito, sino que se apoyan o incluso se levantan sobre ellas. Un lugar tan mágico como auténtico que presume de ser la aldea más portuguesa de Portugal desde 1938.

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3. Piódão

Remoto, escondido entre montañas y solo accesible por sinuosas carreteras. Quizá por eso Piódão, con apenas 200 habitantes y en la sierra de Açor (a los pies del punto más alto del país, la Serra da Estrela), es todavía un gran desconocido. Sus calles empedradas, sus fachadas de negra pizarra y el paisaje que dibujan sus casas dispuestas como en cascada sobre la colina, son la estampa que lo convierte en uno de esos lugares pintorescos que no hay que perderse (seas o no de perfil viajero aventurero).

4. Carrasqueira

La costa norte del Alentejo (la comarca más elegante y salvaje de Portugal) es mucho más que Comporta (su destino más chic). Entre playas bellísimas que miran al Atlántico se esconden construcciones tan curiosas como el puerto palafítico de Carrasqueira. Un mar destartalado de viejas estacas de madera en el estuario de Sado (al sur de Setúbal) que parece estar abandonado… hasta que sube la marea y sus embarcaciones dejan de descansar sobre el lodo para volver a flotar. Algo tan inaudito que no existe otro igual en el resto de Europa. ¿Queréis una foto idílica? Id al atardecer.

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5. Caldas da Rainha

Hay vida más allá del Algarve y del Alentejo. A solo una hora y media de Lisboa se localiza esta ciudad balneario, un destino único donde se oculta el primer hospital termal del mundo (1845), una joya de la arquitectura ahora en ruinas. Y no es el único secreto: aquí está la Fábrica de Faianças fundada por Bordalo Pinheiro, artista del costumbrismo del siglo XIX, caricaturista de la vida cotidiana y el máximo exponente de la cerámica portuguesa. Hoy la fábrica es también museo y tienda (con outlet de la marca a precios de ganga) dedicada a este maestro del sarcasmo y de la loza de inspiración vegetal (suyas son las icónicas ensaladeras con forma de repollo o las soperas de tomate). Si queréis conocer mejor su historia y su legado, haced la ruta urbana para descubrir todas las obras de Bordalo que salpican la ciudad.

6. Azenhas do Mar

Suspendido entre el cielo y el mar, este pintoresco pueblo, que se extiende en terrazas a lo largo del acantilado, fue destino de vacaciones de monarcas lusos. Hoy, es un escenario de postal, con las casas colgadas, en un efecto cascada, que desemboca en el Atlántico, y la bahía donde se construyó la piscina oceánica del restaurante Azenhas do Mar. A menos de una hora de Lisboa en coche, destaca también por sus viñedos sobre suelo arenoso. Sus edificios del llamado estilo portugués suave, es decir, con azulejos en las fachadas, como es el caso de la escuela y la residencia de profesores, os dejarán con la boca abierta.

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7. Fundación Serralbes

Es posiblemente uno de los centros culturales más importantes de Oporto y sin embargo, sigue siendo todo un misterio lo que esconde la Fundación Serralves. Y es que además del Museo de Arte Contemporáneo, la Casa del Cine Manoel de Oliveira o la Casa de Serralbes, la Fundación acoge uno de los jardines más espectaculares de Oporto, por tamaño (18 hectáreas que envuelven al museo) y por esconder un sendero de madera que serpentea por entre las copas de los árboles del parque. Se trata de TreeTop Walk, una pasarela secreta de unos 250 meetros de longitud que parte desde el metro y medio de altura hasta alcanzar los 15 metros en su parte más elevada. Una pasada. 

8. Carvoeiro

Si hay un ‘hype’ entre los destinos de Portugal, ese es el Algarve. Y si ya conoces Tavira, Olhao o Faro, es el momento de descubrir Carvoeiro. Este pueblito de pescadores se extiende a lo largo de un precipicio rocoso con nombre propio: el algar seco, un trazado serpenteante de cuevas, grutas y senderos formados en la roca de manera natural. Llegar hasta él no tiene pérdida: solo hay que seguir las pasarelas de madera desde la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación. Eso sí, encontrar el chiringuito que hay escondido en el algar es para nota. ¿Una pista? Se llama Boneca.

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9. Costa Nova

Puro cuento. Hay un lugar frente a las aguas del Atlántico, a poco menos de una hora desde Oporto, donde las casas son de rayas de colores y el ambiente es de lo más marinero. Como un escenario de cartón piedra pero muy real. Se trata de Costa Nova, la zona residencial de veraneo más apetecible de la provincia de Aveiro, donde las casas de los antiguos pescadores, antes conocidas como 'palheiros' (guardaban los aperos de la pesca y las pintaban así para saber cuál era la suya a la vuelta de la faena en alta mar), hoy son el objeto de todas las miradas y la envidia de quienen van a pasar unos días de vacaciones. Las podéis localizar en la avenida José Estevão, algo así como el paseo de la fama más marinero de Costa Nova. Y muy cerca de la playa de Costa Nova, la de Barra, a la que se llega por una pasarela de madera que discurre en paralelo al mar y que lleva directa hasta el faro más alto de Portugal. 

10. Arouca

Este sitio ha sido galardonado en varias ocasiones como mejor sitio de Portugal. Se trata del Geoparque Arouca, muy cerca de Oporto, en el distrito de Aveiro. Aquí se encuentran los paçadizos sobre el río Paiva, ocho kilómetros de sinuoso paseo sobre una pasarela de madera que recorre este santuario natural casi virgen. 

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11. Bom Jesus do Morte

Es uno de los lugares de peregrinación más populares de Portugal, y sin embargo, la trascendencia de este santuario situado en lo alto de una frondosa colina a las afueras de Braga apenas ha cruzado la frontera (a poco más de una hora desde Vigo). La imagen más llamativa es la de su empinadísima escalinata, dividida en varios tramos que van en ascenso hasta su iglesia neoclásica. Las vistas desde ahí arriba son el mejor aliciente para subir a pie; aunque quien no quiera hacer tanto esfuerzo, puede utilizar el funicular. 

12. Manteigas

¿Esquiar en Portugal? Claro. Es posible en la Serra da Estrela, que no solo es el punto más alto del Portugal continental sino un enclave todavía remoto para muchos viajeros que desconocen las maravillas que esconde nuestro vecino. Aquí se esconde desde la única estación de esquí del país luso, al pico la Torre (sus estaciones radar de estética decó son protagonistas de muchos selfies) o Manteigas, la región más rural y antigua de la serra, un lugar en el que conviven tradición y diseño: es la cuna de la  industria del burel, un tejido típico de lana (parecido al fieltro y de vivos colores) con el que se confeccionan mantas desde el siglo XX. Vale, también las venden en Lisboa, pero os arrepentiréis de no haberlas comprado en Mantegias (por tradición local, y porque en la capital pagaréis mucho más). 

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