Un local, ligeramente subterráneo y con paredes de piedra picada, recupera para el ocio de la ciudad unos antiguos baños medievales del siglo XIII. Y como pasa en las cafeterías de los barrios judíos de ciudades como Girona o Barcelona, han sabido inyectarle un aire cálido y cosmopolita que lo hace muy atractivo. Hacia la tarde, los pinchos empiezan a poblar la barra y el local ya está preparado para los que van a tomar la cerveza o una copita de vino. Poco a poco, empiezan a caer las primeras tapas y algunos deciden rematarlo con una cena a la carta. El pincho que más gusta es el de tortilla de patata, pero también son muy recomendables las mesas de ibéricos, las gambas al ajillo o los huevos rotos con patatas y jamón o sobrasada.
Dertosa, Turtutxa, Tortosa... Si Barcelona es una de las ciudades más multiculturales hoy en día, Tortosa tuvo este mismo privilegio en la antigüedad, hecho que le otorga un encanto añejo muy difícil de encontrar en otras ciudades. Atravesada por el río Ebro, fue espacio de convivencia durante siglos de tres culturas, la musulmana, la cristiana y la judía. La bonita perspectiva de la ciudad que se ha construido alrededor del Castillo de la Suda y de las antiguas murallas que rodeaban el casco antiguo, la convierten en una belleza desconocida para muchos visitantes, que quedan sorprendidos por Tortosa, tan imponente como humilde.
Al llegar a Tortosa es imprescindible hacer un recorrido por los paseos fluviales de la ciudad, recientemente restaurados, que ofrecen una perspectiva inmejorable del casco urbano, tanto desde la parte antigua, en la parte izquierda, como desde el barrio de Ferreries situado a la derecha del río.
Podéis iniciar este paseo desde el Mercado Municipal. Se trata de uno de los edificios modernistas más característicos de la ciudad construido por Joan Torras y Guardiola, conocido como el Eiffel Catalán, entre los años 1884 y 1887. Totalmente restaurado por dentro y por fuera, os recomendamos que deis una vuelta por el interior, donde veréis de cerca los productos de la huerta, las carnes, los pescados y las conservas más habituales de las Terres de l'Ebre.
Hecha esta primera aproximación a la vida tortosina, emprenderemos la ruta por el lado del río en dirección al antiguo puente del ferrocarril, ahora también conocido como el "Puente rojo", y que forma uno de los tramos más pintorescos de la Vía Verde, a su paso por Tortosa. Hace poco que ha sido restaurado y apunta convertirse, con el tiempo, en un elemento que estará presente en todas las postales que se impriman de Tortosa. De hecho, ya ha sido objeto de instalaciones artísticas de arquitectura efímera, como la que en mayo de 2014 ha hecho el artista Xevi Bayona. Las vistas desde este puente nos ayudarán a tener una idea global de cómo es esta ciudad.
Una vez atravesado el puente, ya en el barrio de Ferreries, continuaremos andando en sentido contrario hasta el Puente del Estado, un puente integrado totalmente en el imaginario de Tortosa, y que sustituye el dinamitado por el ejército republicano, en abril del 1938. Una vez se haya cruzado el Ebro, ahora en dirección el casco antiguo, os aconsejamos que saboreéis la ruta de tapas "Sabores del Casco antiguo" que los comerciantes y hosteleros de la zona han puesto en marcha para acabar de dinamizar un barrio que vive momentos emergentes. Vinotecas y restaurantes de cocina fusión conviven con tiendas y talleres de nuevos artesanos, diseñadores y fotógrafos.
¡Buenos días! Tortosa es una de las ciudades más grandes del sur de Catalunya, pero a pesar de que conserva la elegancia de una dama de clase alta, también sabe comportarse como una acogedora población de comarcas. Por eso, os recomendamos que palpéis de cerca el desparpajo de aquellos que sirven almuerzos de cuchillo y tenedor a primera hora de la mañana en el Mercado Municipal. Si os atrevéis, pedid un bocadillo de "baldana", la morcilla de arroz típica tortosina, acompañada de un trago de porrón. De postre, un "pastisset" de cabello de ángel muy azucarado os servirá para tener fuerzas durante todo el día.
De aquí iremos por la ribera del río hasta el antiguo matadero municipal, un edificio modernista que ahora acoge el Museo de Tortosa. Con los 3 euros que cuesta la entrada, tendréis acceso a todo un recorrido por una sala que se divide en seis ámbitos y donde se explica la historia de Tortosa y su territorio, desde la prehistoria hasta el siglo XX. Allí se exponen las piezas más representativas de cada periodo histórico procedentes de la propia colección del Museo y otros museos que las han cedido en depósito, como es el caso del Museo de Prado o el MNAC. Podemos encontrar desde enseres de sílex prehistóricos hasta estrellas funerarias romanas, cerámica andalusí o señales de las diferentes riadas que ha vivido Tortosa.
Una vez repasada la historia tortosina, seguramente os entrarán ganas de seguir conociéndola en más profundidad desde las calles. El casco antiguo de Tortosa, situado en el interior del conjunto amurallado, contiene edificios emblemáticos como los Reales Colegios -conjunto de tres edificaciones de la orden de los dominicos situadas en la calle de Sant Domènec- así como varios palacios y palacetes que habían sido viviendas de las familias nobles en la época del Renacimiento. Después de este recorrido, que valdría la pena que fuera guiado, os proponemos que comáis junto al río. Hay tres o cuatro establecimientos que ofrecen unas vistas magníficas de la fachada fluvial y del Castillo de la Suda.
Después de descansar un ratito en el hotel para evitar las horas de máximo sol, ha llegado la hora ya de pisar en profundidad la Tortosa de extramuros, y hoy por hoy, la más comercial y transitada. La avenida de la Generalitat es la principal arteria de comunicación de la ciudad, y cuenta con una abundante oferta en tiendas de todo tipo. Si andamos en dirección al barrio nuevo de El Temple, llegaremos hasta el parque municipal Teodor González, la zona verde más emblemática de la ciudad. Es conocido el paseo central lleno de plataneros centenarios de grandes dimensiones, que comparten espacio en los laterales con las palmeras datileras, los pinos, algún cedro y los eucaliptos. El lugar es un escenario clave en las fiestas y acontecimientos sociales, como fiestas mayores, desfiles, encuentros, bailes y acontecimientos musicales. Vale la pena perderse por los senderos que lo cruzan y descubrir el porche de la Llotja que data del siglo XIV, y donde actualmente se exponen los gigantes de la ciudad.
Al anochecer, nos dirigiremos a la plaza de la Inmaculada - también conocida como plaza del Paiolet- para empezar una visita guiada muy especial al barrio judío. Hace poco que la tortosina Pili Cugat decidió convertirse en Blanca, la judía de Tortosa. Ella hace una visita teatralizada para conocer y experimentar cómo era la vida cotidiana de la comunidad judía de Tortosa y descubrir el entramado de calles y callejones que conforman el antiguo barrio judío mientras resuenan melodías sefardís. Acabada esta ruta nocturna, el epílogo del día lo viviremos en el Castillo de la Suda. Esta impresionante fortaleza que domina la ciudad y el río Ebro es un punto de visita obligado. Si vais en plan romántico viviréis un momento mágico, sino, no os preocupéis, porque también será inolvidable. Hoy en día, esta construcción forma parte de la red de 'Paradores Nacionales' y es un buen lugar para alojarse en la ciudad, aunque obviamente, no el más económico.
El sábado por la noche, el ambiente estará también en el casco antiguo o bien en el ensanche. En la zona de la calle Cervantes y la plaza de Alfons XII hay muchos restaurantes que se han especializado en pinchos y platillos, ideales para compartir con grupo. Si tenéis ganas de fiesta, os advertimos: Tortosa no se ha caracterizado nunca por tener una abundante oferta nocturna, pero podéis probar suerte en la calle Ramon Berenguer IV, donde está ubicada la zona de los pubs. Entre todos ellos, destaca un local con aires cubanos que programa habitualmente conciertos en directo y monólogos.
El domingo es un buen día para visitar un templo cristiano. La Catedral de Santa Maria está abierta al público en domingo de 10 a 14 h. Tanto si sois creyentes como ateos, es un enclave histórico único en la ciudad. Sorprende que, detrás de una fachada inacabada, mezcla de barroco y neoclásico, se levante un templo gótico formado por tres naves. La visita interior permite descubrir las antiguas dependencias de la canónica augustiniana fundada durante el siglo XII, así como el claustro que fue construido en el siglo XIII. La exposición permanente nos ayudará a profundizar en el conocimiento de la ciudad y a entender el importante papel que ha jugado Tortosa en la historia. En el sótano están expuestas las lápidas con epigrafía romana, visigótica y árabe así como elementos pétreos del coro de la Catedral. En el antiguo refectorio se exponen el tapiz de la Santa Cena, la mesa de la Transfiguración, atribuida a la escuela de Jaume Huguet, la mesa del Santo Entierro de Jesucristo y una muestra de indumentaria, pintura, escultura, mobiliario y orfebrería. En el antiguo dormitorio están expuestos tapices, arquetas y libros de coro. Os costará encontrar objetos parecidos a estos.
Después de esta sobredosis de cultura, os proponemos que vayáis a hacer cosas más terrenales. ¿Qué os parece si cogéis el coche y vais hacia els Ports, más concretamente hacia la pequeña población de Els Reguers? Este municipio, que forma parte de Tortosa, está ubicado en el regazo de estas majestuosas montañas y es conocido por tener restaurantes con una buena carne de cordero a la parrilla. Os aconsejamos una buena comida de domingo aquí, así como un paseo por los alrededores del pueblo, donde podréis ver campos de olivos y pinos, así como algunos vecinos del pueblo buscando caracoles o espárragos si es temporada.
Después de haber cogido un poco de oxígeno entre naturaleza, podéis volver a Tortosa para hacer ya las maletas, dar un último paseo por la ribera del río y despediros de la ciudad de las tres culturas hasta la próxima vez.