Escapada al Moianès: tres municipios a fondo

Nos dirigimos a este municipio de terreno accidentado y situado en el extremo norte de la comarca. Santa Maria d'Oló es el nombre del municipio y también del núcleo más habitado, pero hay muchas otras entidades de población: Sant Joan d'Oló, la Frau, el Pla de Grasseest, Raval de la Rovirola, Arrabal de Santa Eulàlia, Sant Feliuet de Terrassola y Sant Vicenç de Vilarassau.

La parte más antigua de Santa Maria d'Oló nació en una colina alrededor del castillo y de la iglesia vieja. Del primero se conserva parte de una torre y muros, y la hoy conocida como iglesia vieja, es de mediados del siglo XVII pero alzada sobre dos iglesias medievales. También hay una iglesia mucho más reciente, bendecida en 1963, y construida, en gran parte, gracias a las aportaciones del matrimonio Roger-Vidal, propietarios de la principal fábrica del pueblo. Aprovechad, pues, esta toma de contacto con el Moianès para pasear sin prisa por las calles de Santa Maria d'Oló, o id a encontrar las masías diseminadas con siglos de historia que hay por el término.

El día de hoy el pasaremos en Moià. La capital de la comarca, no nos engañemos, no es una metrópolis gigantesca, sino una población chica de cerca de 6.000 habitantes, pero donde podremos ver muchas cosas interesantes y variadas. Si os parece bien, seguidnos en la ruta que os proponemos.

Empezamos en la plaza de San Sebastián, patrón de Moià. Unas baldosas en la pared recogen cantos y homenajes al árbol, como el Himno del Árbol Frutal, de Joan Maragall. Bajamos por la calle del Forn, con casas antiguas y emblemáticas, una de las cuales Can Carner, sede del Consorcio del Moianès y Hotel de Entidades, y otra, la del número 25, que fue la primera casa de la Escuela Pía en Cataluña, inaugurada en 1683. Llegados a la plaza Mayor, la mirada hay que repartirla a todas partes: las bóvedas del siglo XIII, la iglesia de Santa María, de los siglos XVII-XVIII, los esgrafiados de la vicaría, o, ya en la calle de Rafael Casanova, la casa natal, visitable, del que fue consejero de Barcelona y símbolo de la resistencia catalana en 1714. En este mismo edificio se encuentra el Museo Arqueológico y Paleontológico, estrechamente relacionado con las interesantísimas Cuevas del Toll que hay en las afueras de la población.

Precisamente el monumento dedicado a Casanova lo encontramos después de dejar atrás la iglesia. En un extremo de la plaza donde está la escultura nos llaman la atención la serie de casas señoriales con elementos modernistas. Nos acercamos y observamos que estamos en la calle de Richard Wagner, y en las fachadas aparecen escritos nombres de óperas del compositor. La referencia a Wagner es debido a que en Moià nació en 1863 uno de los tenores que mejor ha interpretado las partituras del alemán, Francesc Viñas i Dordal. Podemos terminar el paseo adentrándonos en la tranquilidad del parque Municipal.

Y si ayer dedicábamos toda la jornada a Moià, hoy la pasaremos en Collsuspina, a escasos diez minutos de la capital. El nombre del municipio tiene su origen en el mas de la Espina, los residentes eran dueños de gran parte de los terrenos que pisaremos. No obstante, el núcleo urbano nació alrededor de un hostal que a día de hoy funciona como restaurante.

Para ir a encontrar el mas de la Espina, así como para conocer el pueblo y sus entornos, podemos dar un paseo saliendo de la plaza Mayor, donde está el Ayuntamiento, tomar la calle Nueva y llegar a la iglesia, que primero fue una sencilla capilla, transformada de arriba abajo a finales del XIX. Siguiendo la misma calle llegaremos a una zona de aparcamiento y, en el ángulo inverso, indicado, comienza el camino que lleva a la Espina, a un kilómetro. El mas es robusto y se conserva en muy buen estado. Tomamos un camino indicado como apto para BTT, y nos adentramos en los tímidos bosques. Pronto tomaremos un poco de altura, poquita pero suficiente para tener unas buenas vistas del pueblo y los alrededores, y después iremos descendiendo hasta encontrar una granja y la carretera N-141c. Al otro lado encontraremos más granjas y masías, hasta llegar al Raval de Les Casetes, un vecindario con casas de piedra del siglo XVIII. Cruzando de nuevo la carretera, pronto entraremos en Collsuspina por la ancha calle Mayor, con una cruz que señala el antiguo límite entre parroquias, y justo detrás el restaurante que os mencionábamos al comenzar el día, en un caserón del año 1550. Un buen lugar, cargado de historia, donde terminar el viaje.