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7 destinos poco conocidos para hacer escapadas a Portugal

Es hora de descubrir Portugal. Aprovechamos los puentes que tenemos por delante para recorrerlo de norte a sur en busca de lugares remotos

Noelia Santos
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No hacen falta muchas horas de vuelo para organizar un pequeño viaje. Y las escapadas a Portugal son sinónimo de acierto seguro. Nuestro vecino, que repite como mejor destino europeo en la última edición de los Oscar del Turismo, es la opción perfecta para todo tipo de viaje: desde una escapada romántica a una de fin de semana, desde un destino junto al mar a un pequeño pueblo en la montaña. A pesar de su cercanía, muchos de los rincones de Portugal siguen siendo un misterio. ¿Empezamos por estos siete?

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1. Monsanto

Este poblado empedrado, literalmente excavado en las rocas, es digno de ver: está en medio del paisaje del Batolito Granítico de Penamacor (a 20 minutos al este de la raya con España, en Castelo Branco). Y es algo así como el perfecto ejemplo de integración urbanística: sus casas y hasta su castillo (a 758 metros de altitud) no esquivan las moles de granito, sino que se apoyan o incluso se levantan sobre ellas. Un lugar tan mágico como auténtico que presume de ser la aldea más portuguesa de Portugal desde 1938.

2. Bom Jesus do Morte

Es uno de los lugares de peregrinación más populares de Portugal, y sin embargo, la trascendencia de este santuario situado en lo alto de una frondosa colina a las afueras de Braga apenas ha cruzado la frontera (a poco más de una hora desde Vigo). La imagen más llamativa es la de su empinadísima escalinata, dividida en varios tramos que van en ascenso hasta su iglesia neoclásica. Las vistas desde ahí arriba son el mejor aliciente para subir a pie; aunque quien no quiera hacer tanto esfuerzo, puede utilizar el funicular. 

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3. Piódão

Remoto, escondido entre montañas y solo accesible por sinuosas carreteras. Quizá por eso Piódão, con apenas 200 habitantes y en la sierra de Açor (a los pies del punto más alto del país, la Serra da Estrela), es todavía un gran desconocido. Sus calles empedradas, sus fachadas de negra pizarra y el paisaje que dibujan sus casas dispuestas como en cascada sobre la colina, son la estampa que lo convierte en uno de esos lugares pintorescos que no hay que perderse (seas o no de perfil viajero aventurero).

4. Carrasqueira

La costa norte del Alentejo (la comarca más elegante y salvaje de Portugal) es mucho más que Comporta (su destino más chic). Entre playas bellísimas que miran al Atlántico se esconden construcciones tan curiosas como el puerto palafítico de Carrasqueira. Un mar destartalado de viejas estacas de madera en el estuario de Sado (al sur de Setúbal) que parece estar abandonado… hasta que sube la marea y sus embarcaciones dejan de descansar sobre el lodo para volver a flotar. Algo tan inaudito que no existe otro igual en el resto de Europa. ¿Queréis una foto idílica? Id al atardecer.

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5. Carvoeiro

Si hay un ‘hype’ entre los destinos de Portugal, ese es el Algarve. Y si ya conoces Tavira, Olhao o Faro, es el momento de descubrir Carvoeiro. Este pueblito de pescadores se extiende a lo largo de un precipicio rocoso con nombre propio: el algar seco, un trazado serpenteante de cuevas, grutas y senderos formados en la roca de manera natural. Llegar hasta él no tiene pérdida: solo hay que seguir las pasarelas de madera desde la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación. Eso sí, encontrar el chiringuito que hay escondido en el algar es para nota. ¿Una pista? Se llama Boneca.

6. Caldas da Rainha

Hay vida más allá del Algarve y del Alentejo. A solo una hora y media de Lisboa se localiza este destino único donde se oculta el primer hospital termal del mundo (1845), una joya de la arquitectura ahora en ruinas. Y no es el único secreto: aquí está la Fábrica de Faianças fundada por Bordalo Pinheiro, artista del costumbrismo del siglo XIX, caricaturista de la vida cotidiana y el máximo exponente de la cerámica portuguesa. Hoy la fábrica es también museo y tienda (con outlet de la marca a precios de ganga) dedicada a este maestro del sarcasmo y de la loza de inspiración vegetal (suyas son las icónicas ensaladeras con forma de repollo o las soperas de tomate). Si queréis conocer mejor su historia y su legado, haced la ruta urbana para descubrir todas las obras de Bordalo que salpican la ciudad.

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7. Azenhas do Mar

Suspendido entre el cielo y el mar, este pintoresco pueblo, que se extiende en terrazas a lo largo del acantilado, fue destino de vacaciones de monarcas lusos. Hoy, es un escenario de postal, con las casas colgadas, en un efecto cascada, que desemboca en el Atlántico, y la bahía donde se construyó la piscina oceánica del restaurante Azenhas do Mar. A menos de una hora de Lisboa en coche, destaca también por sus viñedos sobre suelo arenoso. Sus edificios del llamado estilo portugués suave, es decir, con azulejos en las fachadas, como es el caso de la escuela y la residencia de profesores, os dejarán con la boca abierta.

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