Ifigènia
Es curioso, el teatro. Puedes tener un texto contrastado por 25 siglos de tradición, dos de los mejores intérpretes del país, unas posibilidades despampanantes, y lograrlo solo a medias. Porque la 'Ifigènia' de Alícia Gorina en el Teatre Lliure es eso, un montaje que promete, que exclama belleza, que solicita una mirada atenta, pero que termina en un hacha que todos saben dónde está y quieren desenterrar, actores y actrices subiendo y bajando escaleras y un coro que canta los pies de página. El dramaturgo Albert Arribas ha fusionado las dos partes de la historia escrita por Eurípides en el siglo V a.C. 'Ifigenia en el Áulide' e 'Ifigenia entre los tauros', en una propuesta coherente, sintética, que se pone en marcha con el anuncio del sacrificio de la hija de Agamenón y Clitemnestra para que los barcos griegos puedan atacar a Troya para rescatar a Helena y termina con el reencuentro de Ifigenia con su hermano Orestes en territorio de los bárbaros, con el objetivo de regresar a Grecia. Nada que decir. El problema ocurre en medio, incluso antes, cuando el espectáculo comienza y tenemos un coro de cinco chicas que nos va ofreciendo información que no necesitamos, un cursillo acelerado de mitología griega. Cuando el espectáculo avanza, todo gana grosor, sonoridad Hasta que Clitemnestra (Emma Vilarasau) e Ifigenia (Marta Ossó) discuten en Agamenón (Pere Arquillué) su decisión de sacrificar a su hija, el espectáculo no levanta un poco el vuelo. Aquí saltan chispas. Tres intérpretes