Por más que nos llenen la cabeza hablándonos de la patria y de los beneficios de ser patriotas, uno siempre acaba pensando que solo hay una patria (bueno, dos, pero son indivisibles): la infancia y la lengua materna. Y el helado, delicioso médium que nos une con el fantasma del niño que éramos, este verano está más ‘patriota’ que nunca: no es que nos vendan helados con los colores de la roja y gualda y de la 'senyera' (que seguro que sí), pero puedo afirmar (y afirmo) que el polo, el helado con palo de nuestra infancia, vuelve en versión artesanal.
Encontramos una muestra en la 'palotería' –¿sirve esto para hablar de tiendas de helados con palo?– que hace un par de meses ha abierto detrás de Santa Caterina: en Güd (Giralt el Pellicer, 2. Cada día, de 10 a 22 h), un local tan pequeño como la callejuela que habita, la italiana Nadia Inout hace y vende unos polos que nos recuerdan a los colajets, dráculas, frigopies y otras marranadas proustianas. Pero sin el sabor químico que disparaba las papilas infantiles a hacer el baile de San Vito. “Estos polos son un 70% fruta y agua. Y ya está. Se trituran y se ponen en el molde”, dice. Me como el de frutas del bosque y suena increíble: es amargo, ácido y muy refrescante. Lleno de sabor y no empalaga. “No tiene sentido ponerle azúcar a la fruta, ya tiene suficiente, y este es un buen producto porque es sólido, no es el típico helado de aire que se desinfla”.
Los sabores son atípicos y muchos tienen coartada saludable: el gran hit es el polo de zanahoria, naranja y mangó, versión helada de un 'smoothie' energético. Pero también tiene algunos que hacen levitar las neuronas infantiles: el de galleta Oreo (que en su conjunto no es ninguna guarrada industrial. Es un helado de leche y nata, eso sí, con trocitos de la satanizada galleta de Nabisco).
Curiosamente, unos metros más abajo encontramos Scoops Gelato (Pl. de la Llana, 19. T. 631 923 921), una heladería más grande donde los polos ocupan un lugar preeminente. Su propietario, el indio Puneet, presume de ofrecer polos “100% naturales, sin nada de gluten, azúcar o lactosa”. El polo más pedido es el de arándanos y mango, y por el morbo de comparar pido uno de frutos de bosque, que me parece tan solvente y ligero como el que me he comido en el Güd.
Sabores rompedores
Además de la vuelta del polo, es un hecho que la versión saludable de los helados empieza a pesar mucho. Encuentro una prueba en las heladerías Shanti Gelato (Carders, 18 y Canvis Vells, 2), impecables establecimientos de fabricación artesana y origen italoargentino. El copropietario, Daniel, me habla de “dar mucha importancia a los helados veganos, no por el hecho en sí sino porque cada vez más celíacos y gente que no quiere lactosa los pide”. De pequeños saldríamos corriendo (a buscar el colorante congelado que se llamaba Burmar Flax) ante la perspectiva de un helado de piña y apio. Pero lo pruebo y es ácido, anisado y refrescante, recuerda más al hinojo que su pariente antipático. Buenísimo (también encontraréis todos los helados de fiestas, claro, y otras diversiones 'healthy' como el de naranja y jengibre).
Y ya se sabe que comer saludable va directamente ligado con el km. 0. Pyreneum Gelats, una empresa con base en Bellver de Cerdanya, tiene tienda en la plaza de la Vila, 5. Francisco Ramírez, el encargado, explica que su hecho diferencial es “la leche y la nata frescas de cooperativas del Cadí, el Alt Urgell y la Cerdanya” y el producto comprado directamente a pequeños elaboradores. Aquí encontraréis helado de miel y requesón, de caramelo y mantequilla salada, de flor de sauce y fresa... ¡De mostaza de tupí de Bor! ¡O de tomillo!
Este último, delicioso, te lleva directamente de la temperatura sahariana a las cimas. “Ninguno de los helados lleva leche en polvo o lactosa”. Este es un proceso en el que no entran ni conservantes, ni colorantes, ni sabores artificiales”, dice el encargado, quien antes de llevar la tienda limpió las vainas de vainilla.