Y aunque no sea una novedad, es de justicia empezar hablando de Piazza Grande, un clásico que abrió en el Poblenou más recóndito en el año 2002 y del cual se ha escrito poco. Es propiedad de un grupo de italianos de todas las regiones culinarias, y Paola Fortuni explica que “hacemos lo que sabemos hacer. No es la napolitana gomosa, es una pizza más fina, con poca levadura; sienta bien en el estómago”. Todas llevan mozzarella buena, de esa en bolas cortadas por ellos y que ha soltado el agua, hecho que compacta todos los sabores de una cobertura generosa.
Rompen un tópico: “No hay horno de leña. A la gente se le va la cabeza cuando ve un horno de leña. Pero es mucho más importante saber hacer la pizza y poner buenos ingredientes”, valora otro socio, Daniel Coria. La carta es tradicional y no tienen aquellas low-cost de ansia popular (¿qué pizza vas a ofrecer por seis euros?, se preguntan), pero cuestan entre 9 y 12 euros. Por las fotos en la pared, Beppe Grillo o Leo Messi comieron bien.
Alguna cosa se está moviendo en el panorama de la pizza en Barcelona, una cierta renovación. No es que no tengamos buenas pizzerías, pero muchas parecen ancladas en la mitad de los 70: los manteles de cuadros, el horno de leña y los gritos de los alegres chicos napolitanos en busca de aquel elusivo (y falso) tópico de la autenticidad.