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Los 15 pueblos más bonitos del sur de Francia

Pueblos preciosos del otro lado de la frontera: escapadas a pocos kilómetros de Barcelona que nos llevan a Occitania y la Cataluña Norte

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No hay que irse muy lejos para visitar rincones de ensueño. Viajar en busca de las mejores escapadas cerca de Barcelona o visitar los mejores rincones de Catalunya viajando en tren es una buena opción. Pero ¿qué visitar en el sur de Francia, si solo tienes tres días? A pocos kilómetros de la frontera francesa se pueden descubrir pueblos llenos de historia y encanto. Sitios que no se olvidan, y a los que volverías a escaparte con tres días festivos por delante, y llenos de cosas que hacer. Merece mucho la pena conocer la Cataluña del Norte y Occitania: una tierra preciosa que se puede considerar un espejo perfecto del norte de Cataluña, llena de lugares espectaculares de mar y de montaña.

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1. Colliure

Un pueblo hecho postal 

Los sabores de sus comidas y sus paisajes son cita obligada. Este pequeño pueblo de la Costa Roja, donde llegaron artistas como Matisse o Picasso, es sin duda una de las mejores escapadas que se pueden hacer si se quiere tranquilidad, playa de roca e imágenes de postal. Desde el Fort de Saint Elmo o la Torre de Madeloc contemplaréis Colliure a vuestros pies, con un casco antiguo de El Moré cerrado por las murallas del Castillo Real. La tumba de Machado es de peregrinación obligada y uno de los motivos más importantes para visitar este pueblo de la Cataluña Norte. 

2. Rocamador

La ciudad sagrada de Rocamador

La región de Midi-Pyrénées guarda una población que está considerada como la más bonita. Dicen que se parece a un lugar encantado. Casas e iglesias rodeadas de pasadizos, escaleras, puertas y balcones te transportan directamente a un cuento de hadas. El mirador sobre el río Alzou y el parque natural regional de Causses du Quercy son de gran interés, pero no menos la capilla de Notre-Dame, donde se puede contemplar la estatua de Santa Maria de Rocamadour, original del siglo XII y conocida como 'la Virgen Negra' (al estilo de la Moreneta). Si os detenéis en la entrada de la capilla, mirad hacia arriba: veréis la espada de Durandal, la legendaria espada de Roldán.

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3. Villafranca de Conflent

Un pueblo encajado entre montañas considerado Patrimonio de la Humanidad

También es (y con razón) uno de los pueblos más bonitos. Nos gusta porque todavía conserva todo el encanto medieval: la ciudadela, las calles, la muralla, las cuevas de Canalettes... Y, aunque con algunas cosas (como las tiendas) empieza a parecerse demasiado a Carcasona todavía no ha llegado a ese punto de turismo exagerado.

4. Céret

La ciudad del sur de Francia con un importante patrimonio cultural

¿Céret? Sí. Es cierto que, sobre todo si venimos de Conques, la decepción puede ser enorme pero Céret tiene una magia especial y una carta escondida: el Museo de Arte Moderno donde hay una colección bastante importante de cuadros de Picasso, Matisse y Chagall. Sobre todo del primero, que vivió allí un par de años. Otros imprescindibles: la Font Freda, el Puente del Diablo y la Ermita de Sant Ferriol. Y si os queréis sentir bohemios, poned rumbo a Le Grand Café, el lugar donde se reunían un montón de artistas durante la primera mitad del siglo XX.

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5. Pézenas

Ubicada en Hérault, Occitania, Pézenas es una localidad rica en historia y arquitectura, con un centro bien conservado con mansiones renacentistas y calles adoquinadas. Conocida por su conexión con el dramaturgo Molière, la ciudad alberga el Museo Molière y diversos eventos culturales, como un célebre festival de teatro. El mercado semanal de los sábados es famoso por sus productos locales. Pézenas también ofrece una vibrante escena gastronómica –probad el 'petit pâté de Pézenas', un pastel de carne dulce– y es un buen punto neurálgico para visitar otros lugares de interés de la zona como las playas de Cap d'Agde y las ciudades de Montpellier y Béziers.

6. Banyuls-sur-Mer

Mar y montaña

Banyuls-sur-Mer (o Banyuls de la Marenda, en catalán) es el segundo pueblo que te encuentras pasando la frontera por la costa. Y a fe de Dios que merece una visita: se encuentra en aquella parte de la costa rosellonesa que se convierte en un espejo perfecto de la Costa Brava, pero sin la masificación turística. Como en la Albera, las montañas y los viñedos aquí mueren de repente y dejan paso a un pueblecito de postal, con una playa amplísima y un paseo marítimo que besa las piedras y las olas.

Aquí nació el escultor Arístides Maillol, y hay un museo que fue la última residencia del artista: encontrará una cuarentena de esculturas, y podrá visitar su casa y taller. Siempre encontrarás el agua limpia: la costa del pueblo delimita La Reserva Natural Marina de Cervera - Banyuls, la primera reserva marina del estado francés, establecida en 1974: todo un sueño para bucear y actividades acuáticas. A veinte minutos de Portbou: ¡sale mucho más a cuenta que ir a hacer 'snorkel' a Egipto!

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7. Lagrasse

Una joya medieval a medio camino entre Narbona y Carcasona

Un pueblo de cuento desconocido junto a Carcasona. Saliendo de esta villa, y a través de valles y viñas preciosas, se llena a este pequeño pueblo bañado por el río Orbieu. La iglesia de Saint Michel del siglo XIV y de estilo gótico, está perfectamente situada entre calles adoquinadas del pueblo. El edificio característico por excelencia es la abadía de Sainte-Marie. Fue fundada en el siglo VIII bajo la protección de Carlomagno y creció rápidamente gracias a diferentes donativos para llegar a ser lo que es ahora. Una muy buena opción para desconectar del bullicio de Carcasona.

8. Carcasona

La ciudadela medieval más famosa del sur de Francia

Ya sabemos que Carcasona 'ya no es lo que era'. Masificación turística y establecimientos que muchas veces están más cerca de un parque temático desvirtúan este pueblo medieval que hay que ver por lo menos una vez en la vida.

Sin embargo, Carcasona sigue siendo un buen plan para hacer una escapada en familia o para indagar un poco más en nuestro pasado común. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se respira historia por todas partes. Concretamente, se respiran 2.500 años de historia que hoy quedan cerrados en la ciudadela medieval que recomendamos visitar tanto desde dentro como desde fuera, para contemplarla en su máxima expresión. Comed una 'cassoulet' para tener fuerza suficiente para visitar la bastida de San Luís y la basílica de Saint Nazaire, y dejaos sorprender por todo lo que esconde. Eso sí: levantaos muy temprano y llegad los primeros, ¡los grupos organizados de turistas pueden ser muy molestos!

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9. Castelnou

Una maravilla de piedra y hierro

Este precioso pueblecito del departamento de los Pirineos Orientales está considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia, y no seremos nosotros los que digamos lo contrario. Cuando asoma, de repente, frenas de forma instintiva en un recodo para admirarlo: es una isla medieval rodeada de bosque, con el macizo del Canigó al fondo.

Tiene dos grandes atractivos: un castillo medieval que data de finales del 900 y la iglesia románica de Santa María del Mercadal (s. XIII), situada fuera de las murallas. El gran valor añadido de esta población, claro, es ella misma: un laberinto de callejuelas de piedra y hiedra perfectamente conservado y en el que parece que el tiempo se ha detenido. Atentos a la magnífica artesanía de hierro de la puerta de la iglesia y su pintoresco cementerio. 

  • Qué hacer
  • Rutas y paseos

La joya oculta del País Basco francés

San Juan de Luz (Saint-Jean-de-Luz) es un pueblo costero que presume de bahía, de ventanas de colores, de playa, de surf y de un jardín botánico con vistas increíbles al mar Cantábrico. Sin duda, es uno de los rincones más bellos de Francia.

¿Qué es imprescindible visitar en Saint-Jean-de-Luz?


Uno de los imprescindibles para visitar este pueblo de postal es el puerto dedicado a la pesca de la anchoa, la sardina y el atún. Aquí podrás admirar los barcos, las redes y la actividad matutina de su mercado. Otro lugar por donde vale la pena pasear es la Promenade Jacques Thibaud, el paseo marítimo que bordea la Gran Plage. Por último, se encuentra el Jardín Botánico litoral Paul Jovet, ubicado sobre un acantilado con unas impresionantes vistas al mar.

Dónde comer

Restaurante l'Hostal

Si queréis comida sabrosa, pero sin complicaros demasiado la vida, L'Hostal, en Castelnou, es vuestro sitio. Este restaurante abierto a principios de los años 60 del siglo XX –con una terraza panorámica y una vista magnífica sobre el valle del Agly y el comienzo de las Corbières– ofrece una solvente cocina de brasa y producto a precios que no pican, como para ejemplo un cochinillo en horno de leña. Ideal para turistear sin tener la sensación de que te endosan el menú turístico. Platazos completos que por poco más de 15 euros te dejan fino: como un espléndido tartar de buey con patatas fritas y ensalada incluidas.

Le Fanal

Le Fanal del chef de origen catalán Pascal Borrell es toda una institución en los Pirineos Orientales: hace veinte años que ostenta una estrella Michelín, los últimos diez en el emplazamiento de Banyuls de la Marenda.

Si el estilo de Michelin molecular con platos que estallan y humean te agobia, este es tu lugar: Borrell ejerce una alta cocina catalana y mediterránea tranquila, en la que el mejor producto del territorio llega a la mesa en cocciones y elaboraciones que exaltan sus virtudes sin convertirlo en algo diferente. Por ejemplo, una liebre a la royal de traca o un carpaccio de gamba de Palamós. La calidad-precio es excelente: ¡hay un menú diario de mercado –también disponible los fines de semana!– de primero, segundo y postre que sale por 35 euros. Y por menos de cien, un recorrido festivalero. 

Dónde dormir

Mas des Colombes

Más que un hotel, esto es un sueño de paz: a un paseo de distancia del pueblecito rosellonés de Oms, el alojamiento Mas des Colombes es un establecimiento rural que combina el lujo y el alto standing con el respeto a la sostenibilidad y la intimidad absoluta. Eric y Nadège, los propietarios, regentan una antigua masía que tardaron diez años en terminar: tú llegas y ves solo una bonita fachada de piedra y vegetación, que surge en un claro del bosque.

Y cuando entras, te das cuenta de la íntima pero enorme dimensión del hostal: el Mas des Colombes es un castillo-masía rural con solo cinco suites de lujo, cada una con dormitorio, salita, baño con jacuzzi y una terraza propia. La finca dispone de una piscina climatizada, gimnasio, petanca, minigolf, y un spa con unas espectaculares vistas al Vallespir. Y sobre todo de una excelente cocina casera a cargo de Nadège, que igual cocina guisos a fuego lento que son para mojar pan, como la bollería del desayuno y los pasteles, con maneras de alta cocina.

Côte Thalasso

Situado en una colina de Banyuls la Marenda, con una vista espectacular a la bahía, Côte Thalasso es mucho más que un hotel de costa mediterránea: es un centro de talasoterapia que combina una oferta gastronómica de las buenas –su restaurante tiene la contundencia del buen 'bouchon' de Lyon con las delicias del marisco de la zona– con una gama de posibilidades de terapia con agua de mar que os dejará como nuevos. Por ejemplo, una sesión de masaje con magnesio marino –que extraen y embotellan ellos–, seguida de un baño de hidromasaje. Tienen piscina cubierta y descubierta con agua marina, y una variadísima gama de cuidados y tratamientos con masajes, agua de mar y algas, así como especialización para aplicar estas terapias entre sesiones de quimioterapia. Y por cierto, el turismo de mar terapéutico no es estacional: funciona todo el año.

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