A cierta edad, cuando todavía somos tiernos y nos sobra la energía, nos creemos invencibles y creemos que los 'puretas', como decía Sartre del infierno, siempre son los otros. Salimos de noche, con el cuerpo bien afinado y la capacidad de resistencia sin grietas, y nos burlamos de quienes, pasados los 40, se arrastran por los garitos, hincan el codo en la barra del bar y no pueden hacer más que pedir un gin-tonic. Pero la vida es un proceso que siempre nos coge con la guardia bajada, y llega un día en que los jóvenes insolentes –ahora con los vaqueros desgarrados, gorra ligeramente torcida y estética vagamente 'bling'– son ellos, y los 'puretas' somos nosotros. Deprimente, ¿verdad?
Si te has adaptado al plan B conservador –o sea, un par de hijos, por ejemplo, y casita en Palafrugell–, quizás el trauma no es tan grave. ¿Pero qué pasa cuando te domina la nostalgia de los tiempos antiguos, cuando salir de noche implicaba no volver a casa en dos días, y te apetece un simulacro de fiesta? En primer lugar, evitar ir donde se junta el grupo postadolescente –el típico sábado por la noche en lugares de moda y/o económicos, o discotecas con estética Dembow y/o inspirada en el 'bling' del hip hop– y planear rutas alternativas donde encontraremos gente de nuestra cuerda que no nos harán sentir viejos, cansados o hechos un trapo.
Divertirse a partir de los 40 es fácil y poco humillante, si sigues esta lista.
Discotecas de Barcelona para salir después de los 40
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