Al natural, Woody Allen tiene exactamente el mismo aspecto que en las películas: gafas ajustadas sobre la nariz, pantalones beige bien subidos, mirada de conejo asustado y un aspecto tan esmirriado que creo que la corriente de aire que entra por la rendija de la puerta lo podría hacer caer. Se estrena 'Blue Jasmine', su mejor film en mucho tiempo.
Has pasado ocho de los últimos diez años rodando en el extranjero. ¿Por qué?
Me gusta porque le da a mi familia la posibilidad de hacer vacaciones. Justo acabamos de volver del sur de Francia. Me he pasado todo el verano trabajando. A mi mujer le gustó, los niños se lo pasaron bien. Viajar me resulta interesante y provocativo, pero también me limita. No hay muchos lugares donde quiera estar tres meses recluido. He hecho cuatro películas en Londres porque me gusta, pero no haría lo mismo en Damasco.
¿Hay otra ciudad donde te gustaría vivir?
Si no pudiera vivir en Nueva York viviría en París. Y si no en Londres. Y si tuviera que quedarme en Estados Unidos, seguramente en San Francisco.
Es donde sucede 'Blue Jasmine'. Hace diez años hubiera sorprendido que alguien tan neoyorquino fuera a rodar a San Francisco.
Pero San Francisco tiene lo mejor de la Costa Oeste. Es adorable y bonito. No como Los Ángeles. Ha mejorado, ahora tengo allí amigos, pero es un lugar aburrido. Pero San Francisco, en cambio, está muy bien. Por eso envié allí a Jasmine, la protagonista.
Vienes de lo más modesto de Brooklyn, pero en tus films siempre hay gente rica.
Son los ambientes que me resultan familiares. Tenía 19 años cuando me trasladé a Nueva York, empecé a salir con chicas, a casarme y a tener amigos. En las últimas décadas las personas que he frecuentado viven en Manhattan: han tenido mejor educación y seguridad económica. Van desde la clase media hasta la más adinerada. Y esto no significa que no puedan meter la pata o tener vidas dramáticas.
Después de 44 largos, ¿cómo sabes cuando una peli es buena?
Lo sé por mis estándares, pero esto no tiene mucho que ver con la respuesta del público.
¿Con cuál de tus filmes estás más contento?
Estoy contento con 'La rosa púrpura del Cairo', creo que allí acerté el tiro. Y 'Balas sobre Broadway', y 'Maridos y mujeres', y 'Midnight in Paris'. Fueron justo lo que quería hacer, lo que había concebido en mi habitación, que es donde siempre escribo. Me levanto, almuerzo, corro en la cinta, llevo a los niños al colegio y vuelvo a la habitación, me estiro en la cama y escribo. Así es como funciona.
¿Escribes rápido?
No soy un perfeccionista. No me obsesiono por la palabra exacta. En absoluto. Soy un escritor rápido y descuidado.
Cate Blanchett está muy bien. ¿Te sientes más cómodo con los personajes femeninos?
Sí, no sé por qué. Cuando empecé a escribir, sólo escribía para hombres, y yo era el modelo. Después conviví con Diane Keaton, que me influenció mucho. Fui capaz de escribir 'Annie Hall' para ella. Fue el primer personaje significativo de mi carrera.
¿Echas de menos salir en tus películas?
Por ahora he hecho una pequeña aparición en una película dirigida por John Turturro. Pero de momento no me reservo ningún papel. Durante décadas era creíble que yo consiguiera a la chica y fuera el héroe, pero cuando te haces mayor no puedes seguir jugando a ser el marido que desea la mujer del vecino. Me cuesta encontrarme papeles que resulten divertidos.
¿Pero volverás?
Si mañana encuentro un gran personaje que me va bien, lo escribiré y lo haré en un minuto. Todo es más sencillo cuando yo soy la estrella de la película.
Nunca dejas de trabajar.
Pero no trabajo duro, comparado con un taxista o un profesor, o un policía. La gente piensa que hacer una película al año te puede sobrepasar. Pero no. Una vez tienes el dinero y el guión, ¿cuánto tiempo crees que comporta? No es tan terrible. Tengo mucho tiempo para jugar con mis hijos, ir a ver partidos de básquet, tocar con mi banda de jazz. Hacer películas no es difícil. Lo que sí que es complicado es hacer buenas películas.
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