El francés
En la Perla de Oro siguen cortando y pesando el jamón dulce delante de los clientes. Pero en vez de envolverlo para que te lo lleves, lo utilizan para preparar algunos de los mejores bocadillos de la ciudad. La influencia francesa, el propietario viene de más allá de los Pirineos, también se hace notar en el bikini. En esta antigua tienda de comestibles llena de delicias gastronómicas lo preparan con emmental y lo planchan dentro de una barra estilo baguet. Aunque no estén dentro de la categoría de bikini, ofrecen variantes con queso de raclette o reblochon.
El mallorquín
Es sabido que en Cataluña el bocadillo caliente de jamón York y queso recibe su nombre de la sala Bikini que en los años 60 lo popularizó adaptando lo que en Francia conocen como croque monsieur. Nuestro bikini en España se llama mixto y en Portugal, francesinhas. Incluso los norteamericanos han traducido el croque monsieur. Lo llaman Monte Cristo, lo rebozan con huevo y lo fríen en vez de tostarlo. En Barcelona lo podéis probar en el Marmalade, donde los sirven acompañado de mermelada de arándano. Eso sí, sólo el sábado el horario de brunch. En el Milk (Gignàs, 21), de los mismo propietarios, ¡lo podréis probar cada día!
¿Un bikini sin carne sigue siendo un bikini? En el Otto Sylt, expertos en todo tipo de morcillas, dicen que sí. Las lonchas de jamón las sustituyen por triple de queso: brie, emmental y el de fundir que no puede faltar. Todo deshecho entre dos rebanadas de pan inglés tostado al punto de mantequilla. Un bikini, crujiente, contundente, sabroso y grasiento como el que más. Y todavía proponen otra combinación bien original: el bikini mexicano, que cambia el pan por la tortilla y aporta un regusto picante gracias al guacamole.
El lujoso
El más humilde de los bocadillos también ha despertado el interés de los cocineros de renombre. Carles Abellán, en su cruzada por elevar las tapas a comida gastronómica, ha popularizado su versión gourmet del bikini. Los mismos ingredientes pero de lujo: el jamón, ibérico, el queso, de mozzarella de búfala, y, la joya que le otorga valor, unas lonchas finísimas de trufa negra. Su aroma ha embriagado incluso a los críticos gastronómico de The New York Times.
El tres piezas
Nada de merendar como si nos hubieran invitado a una casa de muñecas. En la Olla del Torrent no encontraréis ni magdalenas repintadas ni té de diez mil aromas. Aquí se merienda como antes: con hambre. En una carta llena a rebosar de helados, batidos, zumos, crepes, chocolates y pastas también ocupa un buen espacio la oferta de bikinis y triquinis. En el segundo caso, se puede escoger los ingredientes a colocar entre las tres rebanadas de pan Bimbo: queso para fundir, brie y pollo asado, por ejemplo.
El clásico
Las granjas La Catalana deberían ser patrimonio de la Humanidad. Nosotros sentimos especial debilidad por la que está en la Ronda de Sant Pere. Combina la funcionalidad de una cafetería espaciosa, las tentaciones dulces de una granja de toda la vida y la originalidad de estar decorada en azul y amarillo. Se puede desayunar y merendar, pero también comer menú o platos combinados. Y por supuesto, comerte el bikini clásico, clásico. Que no quiere decir que no se pueda pedir con jamón serrano o incluso estilo croque madame, con un huevo frito.
El nostálgico
Pocas cosas recuerdan tanto el aroma de la infancia en Barcelona como comerse un bikini en la cafetería de El Corte Inglés. Como hacíamos ya hace años cuando acompañábamos a nuestra madre a comprar un sábado por la tarde. Ahora lo sirven entre dos rebanadas alargadas y generosas de pan inglés y acompañado de patatas fritas. El punto estratégico para degustarlo al máximo es en cualquiera de las mesas la lado de las ventanas, desde donde se contempla la mejor perspectiva posible de la plaza Catalunya.
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