Con el anzuelo, pesco de los apuntes un par de platos, de los 23 que Albert ha dispuesto. El salmonete curado y el nigiri con su piel: "Lo mejor es la piel, la servimos aparte para disfrutarla. Curamos el pescado sobre alga kombu, repleta de sal, de minerales". 'La sardina que quería ser anchoa': "Encontré un bote de anchoas confitadas con cuatro o cinco años y me interesó la agüita que dejaban, fantástica. Con esa salsa pintamos las sardinas". Preparaciones potentes y despojadas. Bocados en apariencia nimios y que explotan como torpedos. Ideas, trasfondo, indagaciones. Esas experiencias que días después siguen enganchadas al cerebro. Pasa con películas, pasa con libros y pasa con platos.
Sentado al final de la barra, en primera fila del 'show', observando el dragón y el teatro kabuki de cocineros y camareros, dejo que Tamae Imachi, la copropietaria y sumiller, me tiente con un sake fresco, Kyoka "con arroz pulido al 40%". Necesito pulir el cerebro para comprender esto.
He señalado al dragón, que podría ser Albert y su carácter ardiente, pero también la brasa, donde asan el tramo final del placentero maratón: el tuétano teriyaki y el tataki de vaca gallega. He aquí la concesión carnívora a una plétora de vegetales, crustáceos, moluscos y pescados, como los cortes de hígado de rape y shiitake, confitados en azúcar, soja y mirim.
Desde la antigüedad llegan con aires de vanguardia las conservas y semiconservas, curados y fermentados, como el kimchi casero, en el que mezcla patitas de calamar y pencas de col, confundiendo. Y en ese juego de liar, también los fideos udon, en realidad 'espardenyes'. Tiemblo con la fragilidad de los salmonetes en tempura y otro rebozado casi inexistente para los calamarcitos. Nenúfares thai, zamburiñas Saigón, sashimi de calamar con yuzu o pastel de té verde. El viaje. Los viajes con billete de vuelta.
Hoy, Albert está "en un punto de inflexión" y por eso él, que formó parte del corazón de El Bulli, se siente legitimado a recurrir a técnicas de las que ha prescindido hasta ahora.
Libre de lo superficial, una cocina medular, bella pero sin adorno, profunda y evocativa. En esencia, el dragón, que representa la sabiduría.