Bajo una pose humilde, la anchoa es un producto prémium que necesita todo el amor y la destreza para mostrar su esplendor. Aquí tenéis preparados de escándalo.
Fue el abuelo de Joan Carles, tercera generación al frente de este bar mítico, quien empezó a preparar, en 1929, la tapa estrella de anchoas del Cantábrico, “que se pescan en la primavera, ya que las de agosto, de retorno, son más delgadas y tienen la grasa menos integrada en la carne”, explica. Una vez llegan al local, se guardan en una cámara durante dos años para que se confiten y se sirvan con unas gotas de vinagre de vino, sin aceite. También podréis probar sus anchoas en la tapería Sant Antoni Gloriós.
Cuando probó unas anchoas caseras de Alberto Moyano 'aka' Enocasionesveobares, y más tarde las de la Bodega Salvat, Edu Borrull, propietario de esta bodega del Poble-sec, se dio cuenta "que las mías eran chungas". Inició un largo periplo para encontrar las mejores, y el resultado ha sido tan bueno que se han convertido de un 'hit': cantábricas, tiernas, de un delicado color rosado, unas señoras Doble Cero Serie Oro que solo se sirven aliñadas si lo pide el cliente. También podéis probar sus banderillas con anchoas, un oliva gigante y piparras.
Esta vermutería abierta hace menos de un año tiene la particularidad que su equipo desala personalmente la anchoa, le quita las espinas, la limpia y la sirve con un toque de aceite de oliva y de vinagre de sidra. El resultado de esta labor artesanal son unas anchoas melosas, tiernas y con un sabor intenso, que se deshacen en la boca, ideales para degustar en un establecimiento de espíritu informal y marinero, la última criatura del Grupo Sagardi. Si preferís que os abran la lata in situ, también tienen anchoas Angelachu, buenísimas. Pero mejor las de las casa.
"Una vez, hace poco años, tuve la suerte de cenar en L’Òstia con Ferran Adrià, en compañía de más periodistas. Cuando probó las anchoas sentenció: Hostia, son un 10”". Lo dice Adrià y lo sabe Jaume, propietario de este establecimiento, que cuando hablamos con él para este reportaje acaba de llegar de Laredo (Cantabria), donde viaja a menudo para escoger el mejor producto: una anchoa fantástica, que se desala en el restaurante y se sirve al gusto del consumidor. Pedid su salsa con pimentón, pimienta, vinagre y ajos.
No es una tasca canalla ni una vermutería 'trendy', sino un sky bar (sí, se dice así) de 1.000 metros cuadrados ubicados en lo alto del Edificio Colón (Drassanes). Un sitio para sentarse a la mesa, ir vestido de manera medianamente decente, no gritar y disfrutar de unas anchoas deliciosas marinadas con vinagre de cabernet sauvignon. Y es que el chef Enrique Valentí (responsable, entre otros proyectos, del Bar Bas y Chez Coco) es un fundamentalista del producto, una pasión que se respira en cada párrafo de la carta. Las anchoas de Santoña (Cantabria), gruesas y tiernas, son un escándalo.
Esta bodega de Sants de toda la vida es un lugar infinitamente guay. Una taberna llena de personajes curiosos, amables y carismáticos que hace las que son, quizá, las mejores anchoas de la ciudad. Un gran mérito si tenemos en cuenta que el bar se traspasó en 2010 y que Joaquín, nuevo propietario y una persona con un gran sentido común, decidió no tocar la fórmula que funcionaba desde hacía décadas: cerveza negra y anchoas. Producto del Cantábrico y una salsa propia “con un toque especial secreto” son el caballo ganador de este encantador bar 'old style'.
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