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Jean Echenoz avanza entre una dispersión indescifrable de muñones, balas y casacas con galones, por todos los países que fueron escenario de la Gran Guerra. Impresionante.
Jean Echenoz avanza entre una dispersión indescifrable de muñones, balas y casacas con galones, por todos los países que fueron escenario de la Gran Guerra. Impresionante.
Casi todo el mundo se espera a estar en la línea de la senectud para escribir unas memorias. Robert Graves lo hizo con 35 años. Pero lo que había visto valía por un siglo.
De las estrategias militares del Batallas del Marne hasta las trincheras del Somme. Jacques Tardi, el maestro de la viñeta francesa, saca en este cómic su mejor artillería.
Ernest Hemingway se fue a luchar al frente italiano, siguiendo una campaña de la Cruz Roja. Una década después publicó esta obra maestra.
Son los diarios personales de John Dos Passos, autor de 'Manhattan Transfer', que también se alistó en el ejército. Terrible cómo describe la masacre.
Céline nos explicó las aventuras de un recluta que está hasta los bemoles de ver sangre y vísceras y decide desertar. Esta era su primera novela.
El inglés Wilfred Owen es el poeta de la guerra por excelencia. De hecho, murió en el frente. Leed un par de versos. Os dejará con la boca abierta.
Si, llegados al final, en esta vida se me concediera un último deseo, pediría poder morir ante Julien Carette medio travestido cantando 'Marguerite' a sus camaradas. Pediría pasar un rato en los barracones de aquel campo de prisioneros alemán que Erich von Stroheim, cuello almidonado y monóculo, gobernaba con mano dura. Y pediría, también, ver por última vez a Jean Gabin, con un abrigo de lana hasta los pies, huyendo por las estepas suizas, con la nieve hasta las rodillas.
Aquí tenéis a Kirck Douglas, inconfundible, con su hoyuelo en la barbilla y una boina metálica que parece un orinal. Es el coronel Dax, el alto mando encargado de liderar las tropas francesas en una ofensiva suicida hacia las líneas enemigas que augura acabar en fracaso estrepitoso, con escabechina y festival de tripas. Ya se sabe que Kubrick era un gran amigo de los imposibles. Y este buen hombre de mentón cuadrado que buscaba la victoria no es ninguna excepción.
La armada oriental ha arrasado el Sokol. Los soldados germánicos van descalzos. Bulgaria se ha rendido. Esta guerra está jugando su última partida. Y el capitán Conan, que es como un vikingo, hace temblar a su paso la carroña humana que se pudre dentro de las trincheras. Bertrand Tavernier adapta una novela de Roger Vercel y hace una película increíble, con Philippe Torreton, ultrapeludo, corriendo como una cabra, campo a través.
El título viene de unas tiras cómicas de David Low que se hicieron populares en los años 30. La cosa iba de un militar gruñón, orgulloso de su esnobismo británico, que se iba a luchar contra los turcos y pedía si podía entrar dentro del tanque con los espolones de ir a montar calzados. Powell y Pressburger, el inigualable tándem de 'Narciso negro' y 'Las zapatillas rojas', lo convirtieron en una película apoteósica, con un Technicolor saturado de caerse de culo.
Un clásico del cine mudo que me gusta, y mucho, porque aparte de fusiles y bayonetas también hay chucherías. Lo estáis viendo en la imagen: un oficial de infantería, con la clásica gorrita que parece hecha de papel maché, y una campesina recién caída del guindo van ligando como lémures mientras juegan a estirar los restos húmedos de un chicle de fresa. La pena es que este joven recluta con tan buena planta perderá una pierna en combate, y quedará mutilado para siempre. Bueno, ya lo dicen, que las heridas hacen al veterano.
Esto son palabras mayores. Humphrey Bogart es el capitán de una pequeña embarcación ruinosa. Bebe como un cosaco, y es poco amigo de la máquina de afeitar. Katharine Hepburn es una misionera que lleva el vestido abrochado hasta por encima de la barbilla, y unas faldas que le llegan al suelo. Ambos escapan entre los cañaverales, río abajo, huyendo de las malditas tropas alemanas. ¿Puede haber tensión sexual en un momento como este? Miradla, y después me lo explicáis.
Incluso Mario Monicelli, el maestro de la comedia italiana, director de 'Rufufú' y amigo íntimo del gran Totò, hizo una película sobre la Primera Guerra Mundial. Él, por la parte que le tocaba: la del frente italiano y la batalla del Piave, donde el ejército está dejando aniquilar a un ritmo galopante. Sin embargo, entre el casting está Vittorio Gassman, un idealista declarado inútil a la primera batida militar, al que destinan como mensajero de trincheras. Se hace extraño decirlo, pero entre amputaciones y vísceras quizás incluso os reiréis un poco.
Y de Italia a Oriente Medio, en plena rebelión de las tribus árabes. Esta la habéis visto medio millón de veces: es una habitual de las sobremesas del sábado. Sale Peter O'Toole cabalgando como un relámpago por el desierto apoyando a los sublevados para fastidiar a los otomanos, y también Omar Sharif con pinta de recién salido de las 'Mil y una noches'. David Lean se inspiró en las memorias de T.E. Lawrence, 'Los siete pilares de la sabiduría'. O sea que sí, que está basada en hechos reales.
Por más que os cueste de creer, John Ford no se pasó la vida jugando a indios y vaqueros. Esta joya pasa en Bar-de-Duc, en la región de la Lorena, del año 18, entre los estruendos de los últimos cañones de la guerra. No esperéis, sin embargo, encontrar ningún héroe. Aquí los soldados llevan el uniforme desabrochad, se emborrachan, se hacen la puñeta y de vez en cuando van a festejar con las camareras. Son los más vagos del frente. Por eso los encuentro irresistibles.
A menos que después de ver 'Zombis nazis' pensaseis que de aberraciones históricas ya ibais bien servidos, os recomiendo fervientemente esta gamberrada que roza los límites de la ciencia ficción. Todo ocurre dentro de una trinchera que se va comiendo indiscriminadamente a sus ocupantes, sean alemanes o los aliados. Es como un agujero negro. O, mejor aún: las puertas del infierno. Sea como sea, mejor dejarse reventar los huesos por una bomba. Como mínimo, dirán que habéis muerto por la patria.
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