Parada obligatoria del barrio, donde la gente llena los vacíos entre sesión y sesión de los Verdi, o el rato previo a la copa del Châtelet o posterior al helado de cucurucho de la plaza Revolució. Con veinte años de vida, es un clásico dispensario de literatura, de novelas, poemarios y, sobre todo, un suministro esencial de libros de cine.
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