En una construcción hecha para la Exposición Universal de 1929 y en ese que se llama un marco incomparable, este restaurante es un oasis de paz y naturaleza. De hecho, a uno le dan ganas de escribir poemas en servilletas y hacer dibujos en las facturas de la luz. Sirven menús de mediodía y por la noche solo abren para grupos. En invierno la cafetería cierra a las seis de la tarde. Justo cuando empieza a caer el sol es hora de pensar en emigrar hacia tierras menos abruptas.
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