Este local está cerrado
En el casco antiguo de Barcelona, zona Raval noble, todavía hay muy mal karma gastronómico acumulado: resiste, polvoriento, un 'clúster' importante de locales 'papaturistas'. Es una deliciosa ironía que una empresa inglesa sea propietaria de La Bellvitja, un más que recomendable restaurante de cocina catalana, justo delante de la no menos recomendable plaza de Sant Agustí. Claro que hay cat escondido: Monika Linton, la copropietaria del restaurante, lo es también de Brindisa, empresa londinense pionera en la importación de producto catalán y español en el Reino Unido. Brindisa, que tiene cinco restaurantes de cocina española y catalana en Londres, cierra el círculo con La Bellvitja.
Este restaurante, "una celebración del producto de proximidad del mar y de la tierra", explica Linton, está ubicado en un edificio de la calle Hospital, antes una capilla dedicada a la virgen de la Bellvitja, que pasó diez años cerrada.
La recuperación del espacio, de austeridad protestante más que de lujo católico, es exquisita. Sin toque'british'. Esto es una coproducción catalana con capital inglés, porque en la cocina están Josep Carbonell (chef ejecutivo), Carlos Ramón (jefe de cocina) y Oriol Lagé, subchef y ex socio del restaurante Ot, pionero de la cocina creativa en Barcelona. La carta de La Bellvitja es corta y meditada: directa al producto y a la tradición, incluso con algún toque medieval –patatas asadas con salsa 'almadroc' y butifarra negra, una especie de alioli con queso documentado en el Sent Soví (recetario medieval)– y con un apartado de platillos donde el enunciado tiene su significado original: cocina tradicional de sofrito, aves y callos. Como, por ejemplo, una tripa de bacalao con garbanzos y sobrasada.