'La gran ilusión', de Jean Renoir
Si, llegados al final, en esta vida se me concediera un último deseo, pediría poder morir ante Julien Carette medio travestido cantando 'Marguerite' a sus camaradas. Pediría pasar un rato en los barracones de aquel campo de prisioneros alemán que Erich von Stroheim, cuello almidonado y monóculo, gobernaba con mano dura. Y pediría, también, ver por última vez a Jean Gabin, con un abrigo de lana hasta los pies, huyendo por las estepas suizas, con la nieve hasta las rodillas.