'L'últim tango a París'

¿Cuáles son los límites morales del arte?

La polémica alrededor de la escena de la mantequilla de 'El último tango en París' ha puesto la pregunta más al día que nunca. Repasamos este y otros casos de ética dudosa

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Quizá sea un debate que existe desde el principio de los tiempos, pero es cierto que desde que nació el cine ha llegado a sus límites unas cuantas veces. Ahora que está más vivo que nunca, os proponemos cinco casos moralmente más que cuestionables, que se han justificado en nombre el arte.

La mantequilla de 'El último tango en París'

La escena más famosa de 'El último tango en París', aquella en la cual Marlon Brando le untaba el culo de mantequilla a Maria Schneider a modo de lubricante, ha levantado la liebre. Coincidiendo con el día mundial contra la violencia de género, se desenterró del olvido una entrevista con Bernardo Bertolucci del año 2013 en la que confesaba que la actriz no sabía nada de todo eso de la mantequilla. Bertolucci y Brando lo habían pactado el mismo día de rodaje y no se lo habían comunicado porque querían conseguir "una reacción espontánea", una expresión de humillación veraz. Mucha gente interpretó que tampoco estaba al corriente de la violación, y las últimas semanas las redes sociales se han llenado de comentarios de odio hacia el cineasta. Bertolucci asegura que la violación estaba en el guión desde el primer momento, que por descontado que fue sexo simulado, y que lo único que se hizo sin el consentimiento de la actriz fue el uso de la mantequilla.

El elefante de Thomas Edison

Corría el año 1903, todavía no hacía una década que los Lumière habían patentado el cinematógrafo. Al otro lado del Atlántico, Thomas Edison, el inventor de la bombilla, electrocutó a un elefante delante de una cámara, hasta que el animal murió, con las uñas chamuscadas sacando columnas de humo que se levantaban por encima de las orejas. El elefante tenía nombre. Se llamaba Topsy, y había sido propiedad del Forepaugh Circus. Se decía que en su vida en cautividad se había vuelto loco y agresivo, y que en 1902 había matado a un espectador en las gradas. Edison, ganándose la fama a golpe de impacto y a la vez demostrando los peligros de las fuentes de corriente alterna, decidió ejecutarlo. Y lo hizo en un cortometraje que, si tenéis estómago, podéis ver en YouTube.

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Svyato, el niño sin espejo

El cineasta ruso Victor Kossakovski tiene una historia que nos va como un guante. El día en el que vio cómo su hijo mayor se reconocía por primera vez delante de un espejo le pareció tan mágico que se tiró de los pelos por no haber tenido a mano una cámara para filmarlo. Cuando nació su segundo hijo lo tuvo claro: debía evitar como fuera que se le volviera a escapar la oportunidad. Así que hizo retirar todos lo espejos que había en su casa para que el niño creciera sin un reflejo. Lo quería tener todo controlado. Cuando el niño tenía 3 años, Kossakovski hizo instalar un espejo gigante en la habitación del niño, y se escondió detrás de la puerta con su cámara. El resultado es un mediometraje que se llama 'Svyato'. Precioso, sí. Pero me preguntocuántos psicopedagogos avalarían los perjuicios que este experimento pudo tener en el proceso cognitivo del chaval.

El execrable universo de los 'mondo films'

Los 'mondo films' fueron una de las modas más bestias del cine italiano de los años 60, alimentada por el morbo popular, por el gusto carnívoro de la masa. Los 'mondo films' eran documentales formados como una especie de friso de imágenes en las que se mostraban las tradiciones y hábitos más aberrantes de todo el mundo, desde los cadáveres de las catacumbas de Roma hasta los mártires de las procesiones de Filipinas que se hacían atravesar las manos con clavos oxidados. Los artífices del movimiento fueron Gualtiero Jacopetti, Paolo Cavara y Franco Prosperi, que en una ocasión fueron juzgados porque alguien descubrió que habían hecho negocios con el jefe de una tribu africana para que cambiaran la hora de una ejecución que estaba programada por la noche. Ellos querían filmar la muerte del reo con la luz del alba.

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Herzog contra los nativos amazónicos

Si discutimos sobre los límites morales del cine, tenemos que citar aquella máxima de Werner Herzog: "película o muerte". Amante de los locos, dispuesto a exprimir a la tripulación de todos sus rodajes hasta la extenuación, se ganó el odio de muchos de los que le rodeaban. Los nativos que aparecen en 'Fitzcarraldo', aquella película sobre el hombre que quería construir una ópera en plena selva amazónica y que hizo que un montón de indígenas cargaran un barco por las montañas, acabaron tan hartos del abuso y explotación a la que estaban sometidos que llegaron a compincharse para asesinarlo. Y Klaus Kinski, su actor fetiche y a la vez máximo enemigo, decía que esperaba encontrar la ocasión algún día para empujarlo al río y dejar que muriera ahogado. Pero si hacemos caso de sus palabras, con tal de que la película fuera buena, la vida de un hombre poco importaba.

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