The Passenger (CERRADO)

The Passenger abre todas las noches del mundo. Es el vagón de un tren descarriado en una calle que se mueve en la abundancia de terrazas delicadas y 'cool'. El vagón despanzurrado de The Passenger es un fantasma de luz que aparece y desaparece con la insignia de la cerveza negra clavada en el pecho. La hilera de lámparas plomadas que se ven desde la acera recitan viejas canciones de rock'n'roll entre carteles de conciertos de los Ramones e Iggy Pop, donde ninguno de los que estamos aquí fuimos. Dentro de este bar, los días solitarios, se puede escribir una novela de misterio donde los asesinos se esconden al final de un convoy de madera y los únicos silbidos que se oyen vienen de un tirador de cerveza. Vale la pena ir una tarde de un día laborable, cuando el billar es para ti y tu amigo, y la parroquia habitual se sienta en los taburetes altos junto a la barra. Pegados a la sombra de espejos antiguos, otros se apoyan en el respaldo clásico de una silla de enea y juegan al ajedrez. Se acerca un chico con una camiseta de AC / DC en la estantería y repasa unas polvorientas revistas de rock de los noventa que tienen en portada a los Red Hot Chili Peppers.
Una pareja de melenudos, que ha perdido la cuenta de las cervezas, brama la complejidad de su historia con las mujeres mientras que Fluvio, el camarero, un italiano de ojos pequeños y eléctricos, recuerda bíblicos episodios sobre la paciencia de un buen barman. Una amiga del bar de rizos anárquicos atraviesa la barra para poner una canción de Janis Joplin, que, según afirma, es perfecta para la ocasión. Y yo, si fuera quien sueño, tarareo una canción de Iggy Pop que habla de un pasajero que viaja a través de la parte de atrás de la ciudad y ve cómo las estrellas salen esta noche.