La Bodega d'en Rubén (CERRADO)

Abrid esta puerta con la llave de la imaginación. Después, encontraréis otra dimensión. Una dimensión de sonido, una dimensión de visión, la dimensión de la mente. Estáis entrando en la dimensión desconocida de la Bodega de Rubén, uno de los últimos anticuerpos del Raval que se enorgullecen de repeler infecciones modernillas y virus guiris.

"Por orden de la Superioridad se prohibe cantar en este establecimiento", dice un cartel en el fondo del local. Repaso la pared y detecto otro que prohíbe el consumo y trapicheo de drogas. Dos máquinas tragaperras. Barriles y frigoríficos de madera hechos polvo. El suelo de baldosa grisácea, espolvoreado con grasa, servilletas de papel, zumo de Raval.

Estoy en una singularidad que engulle la esencia del barrio y la convierte en sello distintivo, un cebo para freaks del beber, un acompañamiento ideal a sus tapas y deliciosas cañas. La Bodega de Rubén mira desafiante el luminoso edificio de la Filmoteca, enseña los colmillos a sus habituales, con gafas de pasta. Es uno de los locales con más personalidad y magia (negra) del barrio. Su ecosistema es un resumen perfecto, en carne y hueso, del material humano del Raval.

¡Que corran las cañas, una tapa de pescado frito, unas aceitunas, un vermut de la casa, por favor, Rubén ! La taberna tiene vida, las conversaciones alienígenas se solapan y la calle de Robador muestra sus animales: prostitutas, magrebíes, universitarios ociosos, cinéfilos perdidos, abuelas con malas pulgas. Esto es mucho más que una bodega, es una extensión, una extremidad más del Raval que se resiste a atrofiarse. La dimensión desconocida.