Barcelona está llena de cicatrices: el crecimiento, el turismo y un urbanismo institucional no muy preocupado por la historia o la calidad de vida de los barceloneses la han dejado como un san Lázaro. Lo que es remarcable es la capacidad de regeneración que tiene la ciudad: parece que por abajo siempre hierva y que en cuanto un negocio cierra o una manzana de casas se derrumba, alguien esté dispuesto a coger el relevo.
Ante uno de estos vacíos, la antigua sede de la General Elèctrica d’Espectacles, al lado de las Drassanes, había un puticlub de mala muerte, como tantos otros del Barrio Chino. La gloria de la famosa Criolla de la calle Cid, también cerca, se había desvanecido décadas antes y nadie pensó en él. Después hubo un bar de dominicanos. Ahora está el Hey Ho! Bar. En el Hey Ho! se escucha punk-rock, hardcore y metal. En el Hey Ho!, si un martes de siete a diez vas con tu skate y haces un buen truco en la pequeña pool o cuarto de pipe que tienen enganchada al final de la barra, te dan cinco chupitos. En el Hey Ho! puedes comer bocadillos de omnívoro o veganos hasta media noche. Acoge conciertos acústicos y dan el Barça.
Hasta las once la caña vale un euro y te la sirven con unas aceitunas, unos cacahuetes… Es un bar hecho por apasionados del tema: Maxi y Sol, propietarios de la tienda homónima dedicada al skateboarding de la calle Ferlandina, y Ramon, cantante de Twin Wolf y exencargado de las noches guitarreras del Moog, que tan poco duraron.
En el Hey Ho!, encontraréis la compañía del los rockeros barceloneses más hardcore: gorras, tatuajes y muchas ganas de fiesta.