Fo Bar

El cazador de terrazas tiene la agenda llena estos días. Se ha comprado una nueva máquina y sale a la calle como aquel que va a la selva. Cada vez que el detector se acerca a unas sillas metálicas, le nacen unas antenas largas y delgadas que parecen los filamentos de una gamba. Cuando el cazador tiene la toma a su alcance, la terraza soñada, se apresura a encontrar una silla vacía. Las últimas semanas el cazador pasa por momentos de gran dificultad, el buen tiempo lo estropea todo. No hay ninguna libre. Incluso, ha pensado en apuntarse a clases de meditación zen para que le ayude a superar el trance. Sin embargo, esta mañana, ha recuperado la fe en el mundo. La terraza del Fo está situada en medio de la plaza de Huesca, en Sants. El cazador, nervioso y deslumbrado, ha visto dos sillas y el corazón casi le revienta de pura emoción. Le ha atendido una camarera de unos ojos azules tan intensos que por un momento el cazador de terrazas ha creído estar sentado frente al mar. Desde fuera, con el mojito que ha pedido, ve el interior del Fo. Si no fuera porque el cazador no puede abandonar su puesto, entraría dentro del local. Parece un bar agradable. El Fo tiene las paredes pintadas de color turquesa, casi como los ojos de la camarera, y la barra es de rojo sangre. Le gustaría leer algunas de las muchas revistas de música que se amontonan en el mostrador, pero esto significaría perder la silla y no se lo puede permitir. Y si alguien se atreviera a robarle el puesto? Cogería una de las lámparas antiguas del Fo y se la clavaría en medio del pecho con espumillón incluido.