La entrada del hotel Mandarín Oriental es una sobredosis de simetría kubrickiana; líneas rectas y luces retrofuturistas se estiran hasta el lobby en perspectiva y te conducen al Banker's Bar, un refugio para bebedores sibaritas, un rincón decorado con un gusto exquisito. Elegante, cálido, sensual, con un techo hecho de cajas fuertes, este espacio de tonalidades sobrias y metálicas acoge a menudo propuestas de maridaje de comida casual de algunos de los mejores chefs del planeta y la coctelería del lugar, estratosférica.
Los cócteles artísticos son haikus etílicos, piezas de autor, y dan vida a un desfile de delicias que no dejan respirar el paladar. Cebiche de atún, nigiris de carne, tiraditos, makis, 'butichifas'...
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