¿Problemas con la pareja? ¿El estrés y el cansancio os han bajado la libido dramáticamente? Calma. Si vais a uno de los laterales de la Boqueria, justo al lado del bar Virreina, encontraréis una farmacia donde sirven el mejor vigorizante para que os vuelva a hervir la sangre: se llama Joël’s Oyster Bar y su tónico milagroso son unas ostras que hacen llorar de gusto.
Decorado como si fuera un local portuario francés, este nuevo espacio abierto en la Boqueria quiere normalizar el consumo de ostras en una ciudad que todavía se resiste a esta vianda divina. La barra escupe una materia prima de máxima calidad y se intentan ajustar a precios con ofertas para que todo el mundo pueda disfrutar de este molusco sin herir de muerte la Visa.
Tras la barra, Jerome nos atiende de maravilla, y se muestra medidamente didáctico con los clientes inexpertos, como nosotros. “¡Masticad la ostra!”, nos dice, y nos regala una pieza al natural, para que la probemos. Una cucharada de mar abierto en la boca, un orgasmo de yodo: sensacional.
Pasamos a las ostras más elaboradas y comemos una con pepino y manzana verde: refrescante, llena de matices. El camarero nos muestra amablemente cómo limpia, manipula y prepara el material. Estamos flotando en la misma barra: el trato es exquisito. Y que conste que estoy de incógnito, sin decir “Time Out”. Corre el aire por la terraza del local, una ventana impagable a la Boqueria. Nos refrescamos con un vino blanco delicioso, propuesto por la casa, y coronamos la experiencia con una ostra con ponzu y huevas de trucha: los ojos se me ponen en blanco y empezamos a hablar en lenguas muertas. Una pequeña obra maestra, para un pequeño gran bar.