1. Barranco de Masca, Tenerife
El camino a Masca ya te irá dando pistas de que llegas a un lugar bastante recóndito. Las curvas, la lejanía y el hecho de no poder estacionar el coche todo el tiempo que uno quiera (porque, sencillamente, no hay sitio) quitan a muchos la idea de venir hasta este pequeño pueblo del noroeste de Tenerife, enclavado en la maravilla geológica que es el Parque Rural de Teno. Las casas de arquitectura tradicional se distribuyen en equilibrio por las pequeñas crestas rocosas de la parte alta del Barranco de Masca, un gigantesco zarpazo en la roca, de casi cinco kilómetros de longitud y 400 metros de profundidad que desemboca en una playa de piedras y cantos rodados. Al recorrerlo nos llevamos una apabullante lección de geología y botánica, además de poner a prueba nuestra capacidad de asombro ¡y de resistencia física! Id con cuidado.