“Timi es la parte creativa. Y yo, la persona más técnica. Así hemos llegado a un equilibrio y entendimiento estos años. En nuestros inicios en Budapest llevábamos solos todo el obrador, sin empleados, y eso forjó esta dinámica”, argumenta Joaquín, que junto a su pareja –ambos con años de experiencia en la restauración–, ha transformado un local ruinoso en los alrededores de la plaza de Olavide en un recogido y atractivo café-bakery de ascendencia centroeuropea y francesa. “Nuestro miedo desapareció el domingo que levantamos la persiana. Teníamos cola en la puerta. No nos lo podíamos creer”. Por mucho que vayan evolucionando, algo constante en su triunfal sección de repostería, todos sus panes, casi una decena, fermentan exclusivamente con masa madre. “Pero no somos de panes extremadamente ácidos”. Regla tan inquebrantable como ineludible es su croissant de almendras. Les tendremos para rato en Madrid pero el proyecto no ha perdido su carácter nómada. “Abriremos en Szigliget, un bonito pueblo a orillas del lago Balaton”.
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