En Madrid, el mundial que se juega no es de futbol. Una competición escénica con propuestas llegadas desde medio mundo, con más o menos folklore a cuestas. Es un broche de oro para una temporada que, más que nunca, nos ha puesto en contacto con la realidad del teatro y la danza que se hace más allá de los Pirineos y al otro lado del Atlántico. Un sueño de diversidad y heterogeneidad del que no queremos despertar. Ellos cantan gol y nosotros cantamos victoria.
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