De la unión de Voadora, una de las compañías de teatro más innovadoras, y el Centro Dramático Nacional no podía salir una obra que no fuera excepcional. Así es 'Siglo mío, bestia mía', la adaptación del texto de Lola Blasco –ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática 2016– llevada al escenario por Marta Pazos. La dramaturga gallega estrena en el Teatro Valle Inclán este espectáculo, aplazado desde la primavera por el impacto del coronavirus.
La obra es "una cartografía emocional para no perder el rumbo en tiempos de catástrofes". ¿Saldremos del teatro más reconfortados?
Esa cartografía a la que la autora hace referencia nos muestra un posible camino para salir de la catástrofe aprendiendo, siendo más conscientes, más sabias. Pero ese camino hay que recorrerlo. Individualmente y como sociedad. Me temo que está un poco más lejos que la puerta de salida del teatro. Pero sí confío que la gente saldrá del teatro con ánimo para seguir caminándolo. Ir al teatro, aunque te agite, siempre es reconfortante.
¿Cuál es el hilo conductor que hace posible tratar en una misma obra la crisis de los refugiados del Mediterráneo, el terrorismo de Siria y la lucha por la igualdad por la mujer?
El amor es lo que vertebra todo. Todos los conflictos, ya sean geopolíticos o de pareja, vienen del amor y el desamor. No tengo la menor duda de que si la voluntad de los/as gestores/as del poder fuera trabajar desde el amor poniendo la vida en el centro, estaríamos ahora habitando otro paisaje completamente distinto.
Todos los conflictos, ya sean geopolíticos o de pareja, vienen del amor y el desamor
¿Qué fue lo que más te convenció del texto de Lola Blasco para llevarlo al teatro?
El texto me golpeó en la primera lectura. Las imágenes para la puesta en escena iban brotando en mi cabeza a borbotones a medida que pasaba las páginas. Reconozco perfectamente este estado que enciende un chispazo en mi cuerpo físico cuando encuentro algo que inflama la creación. 'Siglo mío, Bestia mía' fue amor a primera vista, por la belleza con la que está escrito y porque es un canto de esperanza. Admiro mucho a Lola, es una artista muy inteligente.
Tanto aquí como en ‘Je suis narcissiste’, ‘Garage’ o en el próximo ‘Othello’, la mujer se convierte en el pilar de la obra, ¿sigue siendo necesario reivindicar su papel en el teatro, y en la sociedad?
Las mujeres somos la mitad de la humanidad. Nosotras no contamos con los mismos privilegios ya por el simple hecho de nacer con este género. En occidente tenemos el pensamiento tan colonizado que la primera opción que vas a escoger en tu elección es un hombre, joven, caucásico, cisgénero, heterosexual, sin ninguna discapacidad. Yo quiero un mundo diverso. Dónde ser diferente sea una riqueza. No una cuestión de estatus. Como artista me siento con la responsabilidad de crear un mundo de fantasía que refleje el mundo que me gustaría en la realidad. Y esto pasa no solamente por el resultado del espectáculo sino también por cómo se construye la propia obra.
No había sentido tan fuerte lo esencial de nuestro trabajo. El arte como alimento del alma
¿Cómo has vivido, tanto con esta obra como con Voadora en su conjunto, la incertidumbre que ha rodeado al sector cultural, especialmente en el ámbito teatral, estos últimos meses?
Los ensayos de este espectáculo empezaron el 9 de marzo. Os podéis imaginar cuán marcado está por este momento. Para mí trajo conciencia de muchas creencias que ya tenía. La fragilidad de nuestro oficio. El valor de lo público, la sanidad, la educación, la cultura. Nunca había sentido tan fuerte lo esencial de nuestro trabajo. El arte como alimento del alma.
¿Crees que este estreno y el comportamiento del público será diferente a los anteriores a la pandemia?
La escena es un espejo de la sociedad. Es un acto con una potencia extrema porque vamos a ver seres como nosotros, en el aquí y el ahora. Es un “yo frente al mundo”. Como especie, nunca hemos estado tan distantes físicamente. Ir al teatro se ha transformado en un ritual.