Tras la experiencia 'Macho man', surgen serias dudas sobre si es pertinente realizar una crítica al uso sobre esta instalación, o si ni siquiera es posible. La primera razón para este cuestionamiento es el tema: a nadie se le escapa que Àlex Rigola va a hablar de violencia machista ('machista' y no 'de género', la primera elección ideológica que resuena en nuestros auriculares al iniciar el recorrido), y si durante siglos esta violencia ha estado silenciada, a día de hoy forma parte de la agenda. Sí, hay otra persona señalando con el dedo. La gran diferencia es que, por fin, es un hombre. Y, en esta cultura en la que el emisor cuenta tanto como el mensaje, eso importa.
Lo segundo es que 'Macho man' es una experiencia, como apuntaba anteriormente. Planteada como un recorrido realizado por grupos de seis personas, aunque el espacio sea el mismo para todos, los auriculares aíslan a los participantes entre sí. De alguna forma, 'Macho man' es una experiencia personal, aunque no esté personalizada, y esto lo diferencia radicalmente de un espectáculo al uso. No hay un contagio de energía con el resto de los espectadores, sino con el entorno, grave, serio, deliberadamente trivial en ocasiones.
Y lo tercero, y quizá lo más importante, que la realidad a la que hace referencia sobrepasa los límites de lo argumentable. Es, y punto. La verdad se impone sobre su estetización y, aún más grave, nos recuerda que una verdad repetida mil veces no debería transformarse en mentira.
Dirección: Àlex Rigola. Equipo dramatúrgico: Ferran Dordal, Alba Pujol, Irene Vicente Salas y Àlex Rigola. Espacio escénico: Max Glaenzel.