Lucha y metamorfosis de una mujer
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Reseña

Lucha y metamorfosis de una mujer

3 de 5 estrellas

Un nuevo acercamiento teatral a la prosa lacerante de Édouard Louis, la última sensación literaria de Francia, tras los montajes de Ostermaier o Ivo Van Hove

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Time Out dice

Me interesa mucho la irrupción de Édouard Louis en el panorama literario y teatral de Francia primero y del resto de Europa después. Una irrupción rápida y desconcertante. Es joven y sus textos supuran esa férrea seguridad que da un conocimiento. Por un lado, conocer la situación que ha vivido desde que nació y por otro el conocimiento adquirido que le permite ubicar socioculturalmente, de manera crítica, eso que ha vivido. De extracción muy humilde, sabe lo que es la pobreza y un entorno familiar desestructurado, violento, difícil. Y aún así, consigue estudiar y largarse a París. Y así decide que su literatura será un reflejo afilado de su vida, sin florituras, descarnado, con una capacidad para describir la emotividad en cada situación que te atraviesa el corazón y el cerebro, como si no hubiera hecho otra cosa en su vida que sentir y pensar, cosa que tan común parece. No, en su tarea artística hay un ánimo de justicia social, de devolverle como un tortazo en plena cara a las clases medias y altas, eso que desprecian o que caricaturizan o que simplemente son el repositorio de su caridad. Y pese a todo, como le pasa a Annie Ernaux (posible influencia literaria y vital para Louis), al autor de esta obra le es imposible escapar de un cierto sentimiento de transfuguismo de clase. 

Cuesta mucho trasladar al escenario la rabia intrínseca, las pequeñas venganzas que esconde su autor

Grandes popes del teatro europeo se han sentido atraídos e interpelados por los textos de este francés que no necesita monumentales novelas para herirnos. Thomas Ostermaier, Milo Rau o Ivo Van Hove ya han afrontado sus textos. Ahora lo hace en España un veterano como Fernando Bernués. Pero siendo una literatura tan oral, tan teatral a priori, cuesta mucho trasladar al escenario la rabia intrínseca, las pequeñas venganzas que esconde entre las frases su autor, los ajustes de cuentas, ese ejercicio crítico que desarbola sistemas de protección social que se resquebrajan en paralelo al desmantelamiento del estado del bienestar. Esta obra debe leerse como un díptico junto a la otra novela en la que Louis le habla a su padre ('¿Quién mató a mi padre?'). Aquí le habla a su madre. Él lo tiene claro, no le importan las reglas canónicas de la literatura, no le importa repetirse, él sabe qué es lo que quiere escribir y por qué. Otra cosa es que una aventura teatral a partir de ahí lo entienda y lo sepa comunicar. En el caso de este montaje es un sí, pero no.

Hay que seguir apostando por una literatura de clase sin limarla

Es a priori interesante la concepción escénica con el público a dos bandas y el protagonista subido en una tarima en cuyo extremo se planta a su madre frente a una cámara. Esa opción visual hace que el espectador esté mirando al protagonista y tras él, en una pantalla, se vea el rostro de su madre reaccionando. Lo que pasa es que el abordaje se queda en el intento y, pese a que Eneko Sagardoy habita con rotundidad el personaje, no te asesta con la misma fiereza que asestan las palabras leídas, y Eva Trancón está un poco vendida en esa situación en la que hay que desplegar un catálogo de reacciones emocionales sin progresión ninguna, sin auténtica relación entre ambos, simplemente está ahí como recurso, y eso empobrece la relación que debería dibujarse. Aún así, hay que aplaudir el intento y hay que seguir apostando por una literatura de clase sin limarla, por favor, por muy burgués que sea el público habitual del teatro.

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