Rosa Montero no solo es genio; también es humanidad. Quizá ambas palabras no deberían estar contrapuestas. En su libro (porque es difícil llamarlo novela) 'La ridícula idea de no volver a verte' se abre en canal, yendo a lo sencillo y lo grande, que es lo que nos hace estar vivos. Y felices. Eugenio Amaya ha sabido rescatar maravillosamente en esta puesta en escena la esencia de este manifiesto lleno de vitalidad y sinceridad, extrayendo del texto sus partes más significativas y respetando su espíritu.
No era tarea fácil. 'La ridícula idea de no volver a verte' cuenta una historia, o no, según se mire; no podemos refugiarnos en una trama ni en unos personajes, aunque el relato esté poblado de acontecimientos y seres importantes. El texto resiste muy bien el traslado del papel al escenario. Un auténtico logro, dadas las características del original.
Parte de ese mérito se lo debemos a la gran María Luisa Borruel (candidata a los premios Max 2015 como mejor actriz de reparto). Su interpretación transmite humanidad y sencillez en cada palabra, cada gesto, cada silencio. Hay una simplicidad desnuda, buscada y tranquila, que relata la vida tal y como es, la suya y la de Marie Curie, a la que humaniza y engrandece durante el espectáculo. Borruel es la perfecta álter ego de Montero.
Quizá lo más debatible del espectáculo sea, precisamente, todo lo que se refiere a su apuesta espectacular. Estaba claro que con un relato de estas características había que optar por una escenografía que no lo entorpeciera. Aunque ese espacio con tres epicentros no acaba de estorbar, tampoco aporta otra cosa que no sea el sostén del atrezo que utiliza Borruel, y quizá una ruta de desplazamiento escénico cuyo cuarto eje se completa en proscenio, en la intersección de dos luces de calle. No sabemos si la ubicación de las proyecciones ha sido elegida por el director o viene dada por las circunstancias de la sala, pero que no aparezcan centradas y elevadas impide la visibilidad en el flanco derecho cuando la actriz se pone delante de ellas. La música está muy bien elegida, aunque no siempre ayuda a transitar, ya que hay ocasiones en las que parece un falso final.
En conjunto, y aunque el aspecto espectacular no vaya parejo al texto y a la interpretación, es este un trabajo más que interesante y un auténtico revulsivo emocional. Estará hasta finales de julio, si quieren reencontrarse con los motivos para seguir vivos, no se lo pierdan.
Texto y dirección: Eugenio Amaya (a partir del libro de Rosa Montero). Intérprete: María Luisa Borruel.