1. Una escena de la obra 'La mujer fantasma', en el Teatro Valle-Inclán.
    Teatro Valle-Inclán.
  2. La mujer fantasma (Teatro Valle Inclán).
    La mujer fantasma (Teatro Valle Inclán).

Reseña

La mujer fantasma

3 de 5 estrellas
La veterana compañía catalana T de Teatre se alía con el director argentino MarianoTenconi para abordar la historia cruzada de cuatro maestras de los años 70
  • Teatro
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

Pronto cumplirán 35 años como compañía. Eso es mucho decir en este proceloso mundo del teatro. Las T de Teatre son garantía de amor y compromiso con este viejo arte. Y visto este nuevo espectáculo, 'La mujer fantasma', siguen en plena forma, con un nivel interpretativo que debería ser suficiente para abordar las historias que cuentan, aunque en este caso se hacen acompañar en escena de un mamotreto escenográfico que, al menos en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, parece que se te va a venir encima y agobia un poco.

A parte de esto, una caracterización llamativa y el vestuario de Alejandro Andújar que tan bien nos coloca en la época (al menos a los que nacimos en esos últimos años 70 y primeros 80 del pasado siglo, acostumbrados a ver portadas del Burda y patrones con los que las madres se hacían sus prendas en el mundo pre fast fashion), nos ponen de frente a una realidad silenciada, como tantas realidades con acento femenino.

Pero la obra comienza haciendo una pregunta que nunca pasa de moda: ¿Para qué sirve el teatro? Está bien que antes de que arranque la acción, una voz en off se dirija a los espectadores y les haga pararse a pensar en este arcaico ritual que consiste en llegar a un lugar con butacas, sentarse en una de ellas, esperar el oscuro y dejarse deslumbrar por la mentira del escenario, ese pacto donde los fantasmas de otro tiempo, los personajes, nos hablan y nos hacen pensar y sentir cosas.

Desde hace décadas, esto del teatro se mantiene, a escala nacional, gracias a las mujeres de entre 40 y 70 años, que según todas las estadísticas oficiales son las más asiduas al teatro. Bien está, pues, más por imperativo despatriarcalizante que por artimaña comercial, que se represente lo que son y lo que fueron, lo que viven y lo que vivieron. Y es así como vamos conociendo, una a una, en formato sucesión de monólogos, a estas cuatro maestras que hablan de su privacidad, de lo que nunca salía de su corazón o si lo hacía era con otras mujeres y con una carga de clandestinidad que hoy nos resulta absurda, pero que existía.

Amor, sexo, caca… sí, bueno, caca, por alguna razón se habla bastante de defecar en esta obra. Pregunten a sus madres si cagan bien, o si retienen demasiado, retención psicosomática devenida de tanto tragar y tanto callar. La relación con los padres, la relación con los hijos, el trabajo y el hogar, los amores secretos, lo íntimo, lo personal, que lo personal es político, aunque lo personal femenino haya sido fantasmagórico por tantos siglos, hasta antes de ayer. Esas mujeres desafiadas por su tiempo nos desafían como fantasmas de la memoria en el nuestro. Usan para ello el eterno juego teatral, un limbo desde el que reivindicar su existencia.

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