Lola Blasco
Aída ArgüellesLola Blasco
Aída Argüelles

Lola Blasco: "Me gustan más los insultos que las metáforas"

Hablamos con la actriz y dramaturga sobre su nueva obra, 'El teatro de las locas' y el espacio de las mujeres en el teatro

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Lola Blasco ha tomado la sala Princesa del Teatro María Guerrero y la ha convertido en 'El teatro de las locas'. Así se llama una obra que interviene el espacio tanto como percute en nuestras mentes a través de un discurso coral que habla de locura, teatro dentro del teatro, del lugar de la mujer como objeto, de las luchas sofocadas, de las cobardías admitidas, de las cóleras reprimidas y de tantas otras cosas. Blasco explica cómo estando confinada durante los meses de pandemia, se topó con ese otro encierro que sufrían las mujeres diagnosticadas como histéricas en el infame hospital de La Salpêtriere de París, donde un médico célebre de la época, Jean Martin Charcot, las exponía como monos de feria para explicar sus teorías, recurriendo a personajes de Shakespeare. Por allí pasó Freud y desde ahí empezó a trazar los fundamentos de lo que luego se conoció como psicoanálisis.

Mucha gente aprovechó el confinamiento para imaginar, para escribir, para crear. ¿Fue tu caso con esta obra?
Qué va, yo tuve una experiencia muy traumática, porque me encerraron en un hospital de Santiago de Compostela, donde estaba ensayando con la compañía Voadora mi obra 'Siglo mío, bestia mía', incluso antes de que se decretara el confinamiento total. Vinieron dos señores vestidos de astronauta y me llevaron con lo puesto, todavía no se sabía nada sobre el virus. Luego me decían que escribiera sobre aquello, pero yo no podía escribir nada, yo no sabía si podría volver a Madrid, si volvería a ver a mi hija… fue terrible. Pero luego con el tiempo di con este otro encierro, el de las mujeres de La Salpêtriere de París, que estaban allí algunas por enfermedades mentales, pero otras porque eran revolucionarias o porque no aceptaban las normas de sus maridos o sus familias y las encerraban.

Yo quería que la obra funcionase por sí misma tanto en el presente como en el futuro

¿Qué te interesó de aquello?
Me parecía interesante hablar de este señor, Charcot, no solo porque fue el germen del psicoanálisis de Freud, que estuvo en París escuchando sus lecciones, sino también porque está en el principio de la fotografía, y de la fotografía en movimiento, casi podríamos decir que está en el origen del cine, porque allí se fotografiaba a las mujeres con sus síntomas histéricos y se las exponía a ellas mismas, estaba todo muy relacionado con lo artístico a la vez que era terrible lo que pasaba allí. Y Charcot se inspira en las obras de Shakespeare para retratar a las enfermas y en los cuadros que representan personajes de Shakespeare. Me pareció una combinación de elementos muy potente.

Pero luego la obra no contiene mucha información sobre todo esto, casi nada. De hecho, si no lees el programa de mano, si no conoces los hechos, ni lo relacionas.
Eso es absolutamente premeditado, no quería centrar la obra en nada concreto, quería ver cómo este tema dialoga con el presente. Creo que se cita a Freud una vez, pero a Charcot ni se le nombra, porque pretendía huir de lo histórico, no ubicar claramente la obra en un momento y relacionarla con unos personajes históricos concretos.

Es una obra no histórica, sino histérica, si me permites la broma…
Totalmente, muy bien definida (risas). Si a alguien le pica la curiosidad, ahí está internet para buscar información, pero yo quería que la obra funcionase por sí misma tanto en el presente como en el futuro. Esto pudo suceder tanto en la Edad Media, como durante el puritanismo del siglo XIX como hoy mismo, que volvemos a tener la censura sobre nosotros.

Más bien parece que estamos dando pasos hacia atrás, no solo en lo que afecta a las mujeres

¿Y las mujeres siguen sufriéndolo todo más que los hombres?
Sí, seguimos igual, me hace mucha gracia eso de que se han superado ciertas cosas. Para nada. Más bien parece que estamos dando pasos hacia atrás, no solo en lo que afecta a las mujeres, que también, pero ¿cómo es que un partido político se presenta en un teatro para censurar una obra, como ocurrió con 'Altsasu'?

Volviendo al teatro de las locas, llama mucho la atención ese espacio escénico en el que hay como un teatro dentro de otro teatro y el público está como inmerso en la obra, ¿no?
Charcot hacía unas clases magistrales que eran casi espectáculos teatrales en los salones del hospital, se usaban incluso proyecciones, todo lo que tuviera al alcance para hacer más atractiva su lección. Él era médico, científico, y quería dar evidencia biológica, encontrar la histeria en el cuerpo de las enfermas, y como no lo encuentra, busca patrones de comportamiento y los expone, pero deshumanizando totalmente al paciente, y además pensaba que la histeria solo afectaba a las clases desfavorecidas, a los pobres, lo decía así, sin cortarse un pelo.

Pero él no vincula la histeria al útero, como lo hacía la medicina hasta entonces…
Sí, él es el primero que dice que la histeria afecta a los hombres también, por eso hay un actor junto a cuatro actrices y hay mucha ambigüedad en torno a él, porque sí, Charcot dice que la histeria no es algo exclusivamente femenino, pero si afecta a los hombres es porque son afeminados, débiles, sensibles… los artistas, por ejemplo. Es ese tipo de hombre que el Fary retrató en su canción sobre el hombre blandengue (risas). No, bromas a parte, Alberto Velasco, el actor, interpreta también algo que es muy actual, no sabemos si es homosexual o no, si quiere ser mujer o no, y es muy difícil habitar esa duda, como estamos viendo hoy en día.

Me gustaría ocupar más espacios porque como mujer siento que mi discurso llega a muy poca gente

Me da la sensación también de que el texto esconde más de un dardo envenenado hacia el propio ámbito teatral actual, ¿es posible?
Totalmente, hay mucho dardo y no lo disimulo, porque ahora mismo estoy un poco peleada con el mundo del teatro. Estoy muy agradecida al CDN por esta oportunidad, pero me gustaría ocupar más espacios, espacios más grandes, porque como mujer siento que mi discurso llega a muy poca gente. Me siento un poco desencantada, no te lo voy a negar, aunque es verdad que esta obra y todo el proceso de creación me han devuelto la ilusión, ha sido maravilloso, pero me planteo a menudo si seguir o no, porque es muy complicado vivir de esto, llegas a una edad en la que dejas de ser joven promesa para pasar a ser vieja gloria y ya, se acabó. Cuanta más experiencia, técnica y saber acumulados, menos interesas, y hay que malvivir con otros trabajos que no satisfacen tanto. Una se termina por cansar, la verdad.

Con las mismas, la obra toma cierta distancia irónica, es muy ácida con este tipo de cosas…
Claro, tampoco voy a estar enfadada todo el tiempo, me lo tomo a risa un poco, cuando no caigo en la melancolía, como el personaje de la Vieja gloria, que es quien más tiene de mí misma, que he sido una persona muy comprometida defendiendo ciertos mensajes y al final te das cuenta de que a la gente le da igual todo, que no escuchan o te malinterpretan todo el rato. Es muy difícil hablar ahora, la gente ya no entiende la ironía, y con lo que a mí me gusta enseñar, está siendo muy difícil esta etapa para la enseñanza. En la obra está todo eso del delulu is the solulu, la gente que se autoconvence de que tiene razón, sea lo que sea lo que esté haciendo o diciendo, conscientes del autoengaño, es terrible.

¿Percibes mucho salto generacional?
Sí, sí, entre los millenials y la generación Z hay un salto brutal, que no me extraña, lo veo cada día, el trauma del confinamiento está ahí. Cuando una cosa como la pandemia te pilla en plena adolescencia, en el instituto, eso te tiene que marcar por fuerza, han aprendido a relacionarse pantalla mediante, y a ver qué pasa con los que eran más niños, lo iremos viendo, pero es importante hablar de trauma, de shock, de Charcot, de Freud, porque el trauma existe, hay gente joven que no sabe relacionarse mirándose a los ojos, no pueden mirarse a los ojos, es muy fuerte. Por eso el teatro me parece más necesario que nunca, porque al teatro no lo va a sustituir ninguna máquina, ninguna inteligencia artificial. Nos va a tocar volver a la raíz en muchos ámbitos, sobre todo en la enseñanza, y por eso yo he vuelto con esta obra a la raíz del teatro, a los personajes, a la palabra…

Y asumiendo un poco el orgullo de lo delirante que es el teatro…
Es que el teatro es delirio, tiene que serlo, y por eso me jode tanto a veces este teatro que no quiere ser teatro, no sé cómo explicarlo, como si renunciara a sí mismo, y eso quizás estuvo bien un tiempo, en los 90, pero ya pasó, ya es antiguo eso, lo siento, es lo que pienso. ¿Qué es lo mejor que tiene el teatro? Pues eso, poder hacer ficciones, no tanto la idea de fábula, pero sí la de la representación. Es lo único que nos queda.

Leí mucho sobre insultos, porque estuve buscando insultos creativos

Me gusta mucho una frase del texto que dice: "Los insultos, como las procesiones, siempre vuelven al punto de partida”.
No es mía, es de Shopenhauer. Leí mucho sobre insultos, porque estuve buscando insultos creativos, me gustan más los insultos que las metáforas. La obra acaba con insultos: socarrón de lengua viperina, filosofastro, charlatán.

Y acaba también con ese barco que zarpa con los personajes y que se llama '¿Por qué no?' Me encanta como metáfora final, aunque te gusten más los insultos.
Sí, es una metáfora preciosa, y muy importante. Nos han hecho creer que no podemos cambiar las cosas, que no hay otra realidad posible. Es mentira. Este sistema tuvo un principio y tendrá un final, y hay que imaginar otro mundo posible y decir ¿por qué no? Que no nos quiten la posibilidad de imaginar, que bastante jodidas estamos ya. Yo dejo esa puerta abierta al final de la obra.

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