Bárbara Lennie llega a paso veloz, con la coleta tan tirante que parece que tenga que doler y una sonrisa luminosa, tal vez algo apresurada. Nos encontramos en el vestíbulo de El Pavón Teatro Kamikaze, donde estos días está ensayando 'Hermanas', la última obra de Pascal Rambert. Sobre el escenario, se enfrenta a Irene Escolar en un cara a cara interpretativo lleno de sufrimiento.
Pascal dice que escribió este texto pensando en vuestros cuerpos, en vuestras energías. ¿Se trata de un reto físico?
Sí. Además, Pascal viene del mundo de la danza y la performance, y la forma que tiene de escribir el pensamiento es insostenible si no metes el cuerpo de una manera absoluta, presente y con una conexión muy directa con lo que estás diciendo. Es el cuerpo creador de imagen. Tienes que entrar como un toro de lidia o un boxeador, porque es ese tipo de reto. Si no se te va, no lo puedes transmitir, no lo puedes sostener y a los diez minutos estás agotado, perdido. En 'Hermanas' estamos nosotras, la palabra y un espacio vacío.
¿Es un texto duro, tal vez hermético?
Al menos es más asequible que 'La clausura del amor', más anclado en la tierra, menos poético, aunque creo que conserva la belleza de la literatura de Pascal, su profundidad. Es un texto lleno de verdad, de análisis de la familia, de los vínculos humanos, en el que todos podemos reconocernos.
Has mencionado 'La clausura del amor', la primera obra que hiciste con Pascal Rambert. ¿Fue una experiencia exigente?
Nunca he vivido un nivel de vértigo y de nervio así. Era la primera vez que entraba en el mundo de Pascal y fue un shock. Tanto para Israel Elejalde como para mí fue un punto y aparte en nuestros viajes artísticos. Algo maravilloso, pero también infernal. Cuando salí de aquello dije que no quería volver a hacer nada parecido. No empecé a disfrutar las funciones hasta después de un año.
Sin embargo, ahora vuelves a trabajar con él. ¿No escarmentaste?
Está siendo un proceso difícil, obsesivo, pero es cierto que ya conozco los códigos, el universo en el que me quiere meter. Aunque sigue siendo intenso. Hemos tenido un mes para estudiar lo que a mí, de normal, me hubiese llevado cinco.
'Hermanas' va de dos mujeres distintas que proceden del mismo cuerpo. ¿Cómo ha sido la simbiosis con Irene Escolar?
Muy orgánica, muy fluida. Tenemos esa sensación de que formamos un equipo que tiene que ser indestructible. Si una no está, la otra tampoco, con lo que ambas tenemos que ser una sola. Son dos posesiones. No es una obra estrictamente realista y hay algo extraño en esos dos personajes que son dos energías diferentes y a la vez una única.
Hace un par de meses te vimos en 'Petra', la última película de Jaime Rosales, donde hacías de una mujer en busca de sus orígenes. También había un discurso sobre el cuerpo.
Si Jaime me viera en 'Hermanas' no me reconocería. Con él hicimos un trabajo muy diferente, de despojar. En su cine no hay personajes, casi no hay ficción, diría. Busca la máxima desnudez de los actores y de los no actores. Aunque en la película sea importante, él nunca hablará del cuerpo en una secuencia ni de lo que quiere que transmita. No maneja ese tipo de lenguaje. Él busca que seas un instrumento más, como su movimiento de cámara, como la luz que entra en el plano, que tiene que ver con los silencios.
Ya que hablamos de cine, cuéntame cómo fue trabajar con Asghar Farhadi en 'Todos lo saben'. Debo decir que la película no me convenció, pero tu personaje tiene el momento de más verdad, en ese estallido de rabia con Bardem.
Qué bien que lo digas. Me alegro un montón, porque no fue nada fácil. Era un personaje que estaba y no estaba. Yo me incorporé a la película muy tarde, cuatro días antes de comenzar a rodar. Él tenía dudas conmigo, por mi edad, por todo. Al final me llamó un jueves para empezar al martes siguiente, así que no tuve tiempo ni de ponerme nerviosa. Decidí dejarme llevar por ese señor que parecía que sabía lo que hacía, que lo tenía todo bajo control. En este sentido, Asghar me recuerda a Pascal, que es alguien que se duerme y se despierta en función del teatro.
¿Cómo es Asghar Farhadi en el set?
Muy sabio. Era increíble ver cómo lo orquestaba todo, desde la posición en la que dejabas el vaso en la mesa hasta cómo llevabas el pelo, y cómo luego hacía que pareciera descontrolado. Para mí fue un sueño, más allá de que la película guste o no, que lo entiendo, porque era arriesgado. Un cineasta iraní metiéndose a contar la vida de un pueblo español... era una apuesta.
Para apuesta, la de 'Hermanas'. Volvamos a ello. La obra se va a representar, de manera simultánea, en Madrid y en París. ¿Habéis hecho trabajo en común con las dos actrices francesas? ¿O habéis ido por libre?
Son dos versiones de un mismo texto. Ellas empezaron a ensayar un mes antes que nosotras, y coincidimos en París una semana que Irene y yo estuvimos haciendo trabajo de mesa con Pascal. Pero ya. En esto, Pascal ha sido muy saludable. Nos habló de lo que hizo con ellas, claro, pero es un tipo muy perceptivo, lo ve todo y siempre respeta el lugar desde el que cada uno actúa.
Hemos hablado de cuerpos infernales, y por eso quiero acabar con una imagen de 'Magical girl', de Carlos Vermut: tú, desnuda, llena de cicatrices, ante la sala de torturas.
Es una imagen potente. Pero ese rodaje fue lo contrario a un infierno. Mucha gente me preguntó si lo pasé mal, si fue angustioso, y qué va, cero. Es que todo el dolor del que se habla, el personaje no lo siente, no lo padece. Está en otra frecuencia. De hecho, lo disfruta y le fascina. Siente una atracción brutal hacia la oscuridad. Con Carlos nos descojonábamos. Créeme, he hecho papeles menos tortuosos que me han resultado mucho más agotadores.