En ocasiones, una obra de teatro trasciende su propia razón de ser, supera ese umbral del que no pasan la mayoría de las obras, esa vida más o menos tranquila, aun con su precariedad endémica, en el reducto minoritario que es el teatro, tanto en las ciudades como en los pueblos. Hay obras, como 'Altsasu', que levantan polvareda a su pesar, que provocan una reacción en determinados sectores inmovilistas y apegados a un pensamiento retrógrado que quisieran una España en blanco y negro y de blanco o negro. Pero cuando una obra como esta plantea matices, plantea un relato desplegando datos y puntos de vista diversos para poder acercarse a la realidad sin apriorismos, la obra se convierte en un elemento subversivo que se aprovecha para fines que nada tienen que ver con el arte.
María Goiricelaya ha hilado muy fino para contar lo que sucedió de un extremo al otro del espectro
Todo esto es lo que ha pasado con 'Altsasu', una extraordinaria puesta en escena que nos cuenta con un ajustado equilibrio lo que pasó en 2016 en aquella localidad navarra que celebraba su carnaval y cómo una pelea de bar en la que golpearon a dos agentes de la guardia civil fuera de servicio y a sus parejas, se convirtió luego en un caso con el que muchos quisieron avivar la llama de un terrorismo que había depuesto las armas hacía años. María Goiricelaya, autora y directora de la obra, ha hilado muy fino para ofrecer la historia contando lo que sucedió de un extremo al otro del espectro, viendo la indefensión de unos chavales que alucinaban con las irregularidades manifiestas de la investigación y cómo subía la espuma al ser tratados los hechos como delitos de terrorismo. Y viendo también, por otro lado, lo difícil que es para los agentes de la guardia civil integrarse en lugares donde no los quieren y cómo eso les afecta a ellos y a sus familias.
El montaje, juzgado tan solo como pieza escénica, es sensacional. Dos actores y dos actrices que hacen un trabajo encomiable, multiplicándose para representar todo el paisaje humano que circunda los hechos centrales que se cuentan; una iluminación y un espacio sonoro eficaces para armar los ambientes y subrayar las emociones sin exceso; y unas cuantas sillas de taberna que bien movidas sirven para componer cada escena. En suma, una dirección al servicio de un objetivo claro, al servicio de servirnos un material para el disfrute, la emoción y la reflexión, para entender los hechos en toda su complejidad, para tener una discusión interna y externa y comprobar lo difícil que es adoptar un posicionamiento inmovilista.
La libertad del arte y en el arte es la única respuesta a los que lo quieren amordazar
Bravo por todas las personas implicadas en este montaje, sin ambages, y más sabiendo que están sufriendo el acoso en Madrid de un sector reducido pero ruidoso y rabioso que ha obligado al Teatro de La Abadía a tomar una serie de medidas de seguridad extraordinarias inéditas. Los que acusan a los responsables de 'Altsasu' de blanquear el terrorismo, que no son otros que los miembros de Vox y sus acólitos, se están comportando ellos mismos como puros matones. La libertad del arte y en el arte es la única respuesta a los que lo quieren amordazar.