Se suceden en la cartelera las reflexiones sobre el patriarcado, la masculinidad, el feminismo… porque la justicia es un sentimiento y el teatro va precisamente de eso. Y por fin hay hombres que se deciden a ponerse en público las gafas violeta. Àlex Rigola lo hace sin paños calientes en 'Macho man', un novedoso formato que integra el teatro documento y la instalación. Con esta pieza sin actores demuestra por qué sigue siendo punta de lanza.
¿Qué provoca 'Macho man'?
Conocimiento sobre la situación de la violencia machista de España. Al salir, tu cabeza te dice que hay que hacer algo.
¿En qué consiste el viaje que realiza el espectador? ¿Cuáles son sus fases?
Invitamos a los espectadores a vivir un viaje por una instalación de 200 m² donde el público se desplaza de sala en sala en grupos de seis para conocer el caso de una mujer que ha sufrido violencia machista y que nos hará de guía mediante unos auriculares inalámbricos. Toca en diversos ámbitos la violencia de género, de cuya dimensión apenas somos conscientes.
¿Hay diferencia en la recepción entre hombres y mujeres?
A pesar de vivir todas las mujeres el machismo en sus propias carnes el impacto es bastante parecido. El machismo lo ejercen los hombres pero está incrustado en lo más profundo de toda nuestra sociedad.
'Macho man' se presentó en el Temporada Alta. ¿Hay diferencia entre lo que creías que sucedería en el público y lo que sucedió?
Sí, evidentemente queríamos dejar huella en el espectador pero el impacto que causa no lo imaginábamos.
¿A qué público te gustaría dirigirte con 'Macho man'?
Creo que a todo el público en general. Lo presentamos también a las escuelas pero bajo la atenta mirada de profesores y psicólogos. Y siempre para mayores de quince años. Muchas veces nos hemos encontrado a personas que no habían puesto nombre a situaciones que habían vivido en su casa o su entorno. Ha sido muy emotivo tener la posibilidad de acceder a algunos de esos espectadores.
¿Crees que el público que se va a acercar a ver la función es a quien va destinado? ¿O a quién debería ir destinado?
Insisto en que el problema es de la sociedad y no solo de los dementes que asesinan. El problema principal es cómo, a través de nuestro machismo y micromachismo, y de nuestra facilidad para apartar la mirada, creamos el espacio perfecto para que los que ejercen esta violencia puedan ejecutarla con total facilidad e impunidad.
¿Por qué elegiste trabajar sin actores en relación directa con el público? ¿Tiene alguna justificación dramatúrgica?
Es teatro documento y para mí la repetición de una verdad pierde mucha fuerza, comparado con la primera vez que te lo cuenta el testimonio. Quería que el público accediera a esas primeras conversaciones. El recorrido está pensado por un equipo dramatúrgico donde emociones y experiencias se ordenan para que cuando salgas afirmes: "Tengo que hacer algo para que esto no continúe así".
¿Te interesa seguir trabajando en este formato?
Sí, me gusta. Pero desde mis últimos espectáculos con actores he encontrado también un camino de verdad en su acting que me apasiona. Voy a seguir trabajando en los dos formatos.