Aitana está tan acostumbrada como Nora a romper esquemas: podría haberse quedado en el audiovisual, porque la cámara la adora, pero apuesta por el teatro y por el compromiso; podría haber sucumbido a las grandes producciones, pero, como hizo en 'Home', las causas y el arte pueden más. Y podría haber dicho que no al riesgo de reinventar a Nora, pero el portazo ella se lo da al miedo artístico. 'La vuelta de Nora' se representará del 25 de abril al 23 de junio en el Teatro Bellas Artes.
¿Qué es lo que sigue manteniéndose vivo del personaje de Nora?
El paralelismo entre los 15 años que han pasado desde que ella dio el portazo y los 150 que han pasado para nosotros desde que Ibsen escribió su función. En ese tiempo, Nora se ha convertido en una mujer independiente, ha conquistado muchos espacios, pero todavía le quedan muchas cosas por conseguir. Y eso es lo que nos pasa a la sociedad y a las mujeres, que hemos conseguido muchas cosas, pero todavía hay muchas batallas que librar.
¿Qué es lo que a ti te resuena de ella?
No es alguien de una sola pieza, es un ser humano con sus contradicciones, alguien que tomó una decisión radical por supervivencia, que ha sufrido por el camino y que también ha provocado dolor en los que ha dejado atrás. Esas contradicciones, a pesar de las cuales sigue adelante, son lo que más me atrae de Nora.
La Nora de Ibsen se ha interpretado muchas veces, pero esta nueva Nora tiene apenas dos años... ¿Te influyó lo que conoces de Casa de muñecas para abordar la construcción del personaje?
Me influyó absolutamente, es el motor, la fuente de la que yo me he nutrido para construir a la Nora que yo estoy haciendo. El mayor esfuerzo de imaginación que he tenido que hacer es inventar qué pasó en esos 15 años, cuál ha sido su transformación para convertirse en la mujer que vuelve a aparecer en ese hogar 15 años después.
A pesar de ser uno de los personajes de la historia del teatro considerado como feminista, Nora fue creada por un hombre, Henrik Ibsen... y revisitada por otro, Lucas Hnath. ¿Qué aporta la mirada de un hombre a este personaje?
Lucas Hnath aporta el punto de vista de todos los personajes. A diferencia de Casa de muñecas, donde era un patriarca sin fisuras, Lucas nos dibuja un Torvald que ha sufrido una transformación, un hombre que conecta con su vulnerabilidad y con su confusión. También se cuestiona el rol que jugó durante sus años de matrimonio. Refleja muy bien la confusión de muchos hombres de hoy en día.
¿Qué ha sido lo más difícil del proceso de ensayos? ¿Y lo más fácil?
Los procesos con Andrés Lima son curiosamente fáciles. Te conduce por el camino emocional sin que te des cuenta. Quizá lo más difícil para mí fue que, después de dos tragediones como Medea y Troyanas, pensé que iba a hacer una función algo más ligera, más dialéctica. Estaba absolutamente equivocada.
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención en estos meses de gira?
Encontrarme con mujeres que te cuentan que conocen casos como el de Nora, o que te cuentan sus propias historias, o que no se han atrevido a dar pasos tan radicales, pero sí lo han deseado profundamente. También me gusta escuchar que todos los personajes tienen razón, es una obra compleja en la que no hay buenos ni malos.
Con una carrera como la tuya, no sé qué te queda por hacer. ¿En qué proyectos te gustaría enfrascarte?
Precisamente estoy metida en el barro con Chevi Muraday en un espectáculo que se estrenará a finales del mes de octubre en Valladolid y luego estará en el Teatro Español en diciembre. Se llama Juana, y a través de las voces de muchas de las Juanas de la historia (Juana de Arco, La Loca, La Beltraneja, la Papisa...) vamos a hacer un espectáculo de danza-teatro contemporáneo. Si me faltaba algo por hacer, puede que fuera esto.
¿A qué le darías un portazo?
A la caverna que aparece con estas consignas retrógradas y cuestionando derechos fundamentales que tanta sangre, sudor y lágrimas nos ha costado obtener a lo largo del último siglo. Como decía Simone de Beauvoir, "las conquistas de las mujeres nunca se pueden dar por sentadas".