Prado in Madrid
Photograph: Sean Pavone / Shutterstock.com
Photograph: Sean Pavone / Shutterstock.com

21 secretos del Museo del Prado que te sorprenderán

Una joya admirada a nivel internacional, pero también un lugar repleto de historias y anécdotas que casi nadie conoce.

Dani Cabezas
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Imponente, gigantesco, siempre misterioso. La que es la pinacoteca más importante de España lleva 200 años en pie. Dos siglos que la han consagrado como uno de los museos más prestigiosos del mundo, gracias a las obras de arte de maestros como Goya, Velázquez, el Greco, Tiziano, Rubens o el Bosco; y dos siglos también que dan para que sean muchas las curiosidades del Museo del Prado que todavía no conoces. 

Y es que, pese a que son pocos los madrileños que no conocen el Museo del Prado, ya que cada año son decenas de millones de personas las que recorren sus pasillos y galerías, los más de 40.000 metros cuadrados que lo conforman albergan un sinfín de secretos que permanecen ocultos a la mayoría. Curiosidades y leyendas que hacen, si cabe, aún más recomendable una nueva visita. Porque el interior del Museo del Prado, como Madrid, siempre tiene algo nuevo que ofrecerte. Te invitamos a conocerlo como pocos lo han hecho antes: a través de 21 curiosidades que, estamos seguros, te van a sorprender. 

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1. Muchos visitantes... de aquí y de allá

En 2023, las cifras de visitantes que se dejaron caer por el Museo del Prado fueron excelentes: la pinacoteca recibió 3.241.263 visitas, lo que supone un aumento del 33,51% respecto a 2022, cuando la cifra ascendió a 2.427.718. En general, el público del museo sigue siendo joven (el 35% tiene entre 18 y 34 años) y el perfil del visitante medio es mayoritariamente femenino (57%), con estudios superiores (81%) y con ocupación estable (56%).

2. ¿Prado? ¿Qué prado?

Sí: en su momento el lugar que hoy ocupa el museo era, efectivamente, un prado. Concretamente, el prado de los Jerónimos, dada su cercanía a la Iglesia de San Jerónimo el Real. De hecho, hasta 1920 no recibió oficialmente el nombre que ha llegado hasta nuestros días: antes fue conocido con denominaciones tan poco originales como el Museo Real de Pinturas o el de Museo Nacional de Pintura y Escultura. 

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3. No iba a ser un museo

El arquitecto Juan de Villanueva (1739-1811) no pensó en un museo dedicado a las Bellas Artes cuando proyectó el edificio que hoy alberga el Prado, sino en que fuera la sede del Real Gabinete de Historia Natural. Ese había sido el encargo del rey Carlos III, un apasionado de la ciencia que ya había contado con Villanueva para diseñar el Real Jardín Botánico y el Real Observatorio Astronómico, ambos situados a escasos metros. Pero el arquitecto nunca vería su obra maestra a pleno rendimiento: el estallido de la guerra de Independencia hizo que el proyecto se retrasara hasta 1818 cuando se retomó gracias al interés de Fernando VII y, sobre todo, de su mujer Isabel de Braganza. 

4. Para el pueblo, sin el pueblo

En sus inicios, la entrada al Museo del Prado no estaba permitida a todos los ciudadanos. Ni mucho menos. Para acceder a sus galerías era necesario conseguir una autorización firmada por algún miembro relevante de la corte, y solo podía hacerse un día a la semana. Concretamente, los miércoles en horario de 9 a 14 h. Hubo que esperar a mediados del siglo XIX para que el Prado abrira sus puertas a cualquiera que quisiera disfrutar del arte. Eso sí, nada de hacerlo durante los días de lluvia: hasta bien entrado el siglo XX el suelo era de madera, por lo que la humedad era muy poco recomendable. 

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5. Las 'fake news' que salvaron al Prado

A finales del siglo XIX, el Prado se encontraba en un estado de abandono considerable. Los trabajadores del museo vivían allí y a menudo no encontraban otra manera para calentarse durante los inviernos madrileños que encender hogueras en el interior del Museo del Prado. Una realidad que le dio una idea al periodista Mariano de Cavia: publicó en la portada del diario 'El Imparcial' la falsa noticia de que se había producido un incendio dentro del edificio. El llamativo titular –'España está de luto: incendio en el Museo de Pinturas'– generó una gran indignación entre los madrileños que obligó a las autoridades a tomar cartas en el asunto y a proteger más y mejor una de las grandes joyas de la ciudad. 

6. El traslado de las obras durante la guerra

Madrid fue objetivo de incesantes bombardeos durante los tres años que duró la guerra civil española, lo que provocó graves daños en cerca de 6.000 edificios de la capital. La caída de los primeros proyectiles de la Legión Condor alemana provocó que las autoridades de la República decidieran proteger las obras del Prado. Debidamente protegidos, los cuadros de los grandes maestros viajaron primero hasta Valencia, después a Barcelona y, de allí, a la ciudad suiza de Ginebra, sede de la Sociedad de Naciones, donde permanecieron hasta el final de la contienda. El periplo de la obras no estuvo libre de anécdotas y dificultades, e inspiró películas como  'La hora de los valientes', dirigida en 1998 por Antonio Mercero. 

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7. Pocas mujeres

El desequilibrio es flagrante y muestra de lo desigual que es la historia del arte: frente a la inmensa cantidad de hombres cuyas obras forman parte de la colección del Prado, hasta 2019 solo tres mujeres han conseguido colgar allí sus cuadros: la renacentista italiana Sofonisba Anguissola, la flamenca Clara Peeters y la barroca italiana Artemisia Gentileschi. Con la reforma de la salas dedicadas al siglo XIX hecha en 2021, el museo sumó nuevos autores entre los que se encuentran 13 mujeres. 

8. El cuadro más grande

Son muchas las obras de gran formato que cuelgan en las paredes del museo, pero sólo una puede presumir de ser la más grande de todas. Se trata de la 'Degollación de San Juan Bautista y banquete de Herodes', pintada por el polaco Bartlomiej Strobel entre 1630 y 1633. Mide la friolera de 280 cm de alto por otros 952 cm de largo. Casi diez metros que representan el martirio del santo causado por Salomé, y cuyos minuciosos detalles pueden admirarse en la primera planta del museo. Concretamente en la sala 011B, frente al ascensor.

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9. El conserje que hacía los catálogos

Los primeros catálogos del museo fueron realizados por el que en los años posteriores a su fundación fuera el conserje del edificio, el italiano Luis Eusebi. Aficionado a la pintura, Eusebi fue una de las figuras clave durante la primera década de vida del museo, en la que realizó completos listados que incluían el tema y el autor de cada uno los cuadros que poblaban las tres salas de pintura del entonces conocido como Museo Real. En total, Eusebi recogió en el primer catálogo un total de 311 obras, todas ellas de artistas españoles.

10. La misteriosa Gioconda

Cuando, en 2010, el Museo del Louvre pidió esta copia anónima de la célebre Gioconda de Leonardo da Vinci para una exposición temporal, los restauradores del Prado decidieron adecentarla. Pocos sospechaban entonces los secretos que iba a desvelar el lienzo: el fondo negro de la copia de Madrid en realidad escondía el mismo paisaje que la de Leonardo. El dibujo era mucho más rico en detalles de lo que se pensaba y contaba con las mismas correcciones que el original. ¿Conclusión? Una de esas curiosidades del Museo del Prado para recordar: ambas obras fueron pintadas al mismo tiempo, en el mismo lugar y utilizando la misma modelo.

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11. Goya, el único que mira de frente

Tres estatuas flanquean el edificio del museo al sur, norte y oeste: son las de Murillo, Goya y Velázquez, respectivamente. Pero solo una de ellas, la de Francisco de Goya, mira de frente a la fachada del edificio. Quizá porque el genio de Fuendetodos (Zaragoza) puede presumir de ser el que cuenta con un mayor número de obras de arte en el interior del museo: unas 140, adquiridas por la dirección de la pinacoteca tras la muerte del artista en 1828.

12. Picasso, el director más célebre

Desde 1838 y hasta 1960 se mantuvo en el Prado una singular tradición: sus directores tenían que ser artistas reconocidos. Un honor que llegó a recaer incluso en Pablo Picasso, a quien el gobierno de la República nombró director durante los años que duró la Guerra Civil, de 1937 a 1939, mediante un decreto firmado por el presidente Manuel Azaña. Aunque el pintor malagueño no llegó a tomar posesión del cargo de manera oficial, hizo las veces de embajador de la cultura española desde su residencia en París, donde en 1937 pintaría su gran obra, el 'Guernica', para decorar el Pabellón Español de la Exposición Internacional de la capital francesa. Pese a que hoy es uno de los principales atractivos del Museo Reina Sofía, el cuadro estaba concebido para colgar de las paredes del Prado. 

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13. El robo del Tesoro del Delfín...

Aunque han sido pocos, ni siquiera una institución como esta se libra de haber sufrido algún que otro robo a lo largo de su historia. El más sonado tuvo lugar en 1918, cuando se sustrajeron 18 piezas del Tesoro del Delfín (foto), un conjunto de vasos preciosos de valor incalculable procedentes de la colección de Luis de Francia, conocido como el Gran Delfín y que nunca llegó a reinar. Las investigaciones llevaron a la policía a encontrar uno de los objetos robados, que había sido empeñado en el Monte de Piedad por 150 pesetas, y a la detención de un funcionario del museo, Rafael Coba. En el juicio, sin embargo, fue declarado no culpable y quedó en libertad.  

14. ... y el caco más torpe de la historia

Es cierto: no ha habido robo más grave que el que afectó a los Tesoros del Delfín. Pero otra de las curiosidades del Museo del Prado es que sí ha sufrido intentonas más torpes. De entre ellas se lleva la palma la que intentó llevar a cabo en 1961 un ladrón de poca monta, que se coló en el museo aprovechando unas obras de remodelación. La mala suerte, junto a un sentido del equilibrio más que dudoso, provocó que en un descuido cayera desde el tejado. En su bolsillo guardaba una nota con las condiciones que exigía a cambio de la devolución de lo robado. Allí, en el suelo, terminó su plan para hacerse millonario.

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15. Cuando Daoiz y Velarde vivían en el Prado

El monumento a Daoiz y Velarde, héroes de la resistencia frente a los franceses, fue construido por el escultor Antonio Solá en 1830. Y aunque es el emblema por antonomasia de la popular plaza del Dos de Mayo, pocos saben que su ubicación original fue la entrada principal del Prado, institución a la que sigue perteneciendo de manera oficial. Allí llegó en 1831 para, 15 años después, ser trasladado al parque de El Retiro. Tras casi un siglo de idas y venidas, terminó en su ubicación actual. Eso sí: dado el vandalismo que ha sufrido en no pocas ocasiones, son muchos los que creen que estaba mejor en su emplazamiento original. 

16. La perla más romántica

En 1969, el actor Richard Burton, siete veces nominado al Oscar, estaba tan enamorado de la también actriz Liz Taylor que no dudó en desembolsar 37.000 dólares para conseguir una joya en una subasta. No se trataba de una joya cualquiera, sino de la conocida como La Peregrina, una perla que había pertenecido a la Corona Española desde el siglo XVI y que aparece retratada en varios cuadros del Prado, como el retrato de María Tudor, obra de Antonio Moro, o los retratos ecuestres que Velázquez hizo de Felipe III e Isabel de Borbón. Su valor era incalculable. 

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17. La ley de Velázquez

Entre las curiosidades del Museo del Prado, llama la atención una de las normas que recoge su política interna: las pida quien las pida, no se pueden prestar más de siete obras de Diego Velázquez al mismo tiempo por motivos de seguridad. Una máxima que no se aplica a ningún otro artista. Para muestra, un botón: ese fue el número de obras que viajaron a Barcelona en noviembre de 2018, cuando tuvo lugar en el CaixaForum de Barcelona la última gran exposición del genio sevillano fuera del Prado, 'Velázquez y el Siglo de Oro'.

18. La leyenda de Tony Leblanc

Fue, durante décadas, una historia muy popular: el actor Tony Lebanc nació en el Museo del Prado. Así lo afirmaba él en las entrevistas e incluso en su propia biografía, en la que aseguraba que en 1922 su madre fue a visitar a su padre, portero de la pinacoteca, cuando se puso de parto en la sala de tapices de Goya. Años después de su muerte, en 2012, la que fuera su pareja, Nati Mistral, aseguró que todo fue un invento del propio Leblanc, y que este había nacido en su casa, como era habitual en la época. Una leyenda que, según Mistral, hasta él mismo llegó a creerse a base de tanto contarlo. Sea o no cierta, nos encanta. 

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19. Crowdfunding al servicio del arte

Hicieron falta 200.000 euros para que, en 2018, el Prado pudiese adquirir una de sus obras más preciadas, 'Retrato de niña con paloma', del francés Simon Vouet. Pero hubo una circunstancia que convirtió aquella adquisición en algo excepcional: fueron los visitiantes del museo los encargados de donar, a través de una campaña de micromecenazgo hasta 5 euros con los que adquirir la obra. Un hito que mostró la buena pareja que pueden llegar a hacer las nuevas tecnologías y el arte más valioso. 

20. El Óscar de Internet

¿Otra prueba de la alianza entre los grandes genios de la pintura de todos los tiempos y las tecnologías que nunca llegaron a conocer? Pocas mejores que la acontecida en abril de 2022, cuando El Prado fue galardonado con The Webby Awards, los conocidos Óscars de internet que concede la International Academy of Digital Arts & Sciences. El culpable fue un genial tuit que, aprovechando el reto viral #10yearschallenge, comparó varios retratos del museo pintados por diferentes artistas con diez años de diferencia. Un hilo absolutamente brillante. 

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21. Y lo más visitado es...

La muestra 'El Bosco. La exposición del V Centenario', que ocupó las paredes del Prado en el verano de 2016, puede presumir de ser la más visitada de toda su historia, con casi 600.000 visitantes, que superó en más de 100.000 a la centrada en Velázquez de 1990. Sin embargo, el cuadro más admirado de toda la pinacoteca sigue siendo una de las obras maestras de este último: 'Las Meninas'. Según una encuesta realizada en marzo de 2019 por el Instituto Sondeo, seis de cada diez españoles lo eligen como su cuadro favorito. También, el primero que pondrían en el salón de su casa. 

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