Apenas en cuatro mesas se han convertido en uno de los comedores más solicitados y vibrantes del barrio. Dos turnos para comidas y cenas. Platos panasiáticos con los que regocijarse. Germán conoce bien los matices, domina el equilibrio entre las notas frescas, el picante, las texturas... En el cristal de su cocina vista, donde baila al tiempo que brota una llamarada fugaz, una decena de platos (algún fuera de carta estará al caer). Cuesta elegir. Haceos un favor e id, como mínimo, dos veces.
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