El espacio no tiene gracia alguna pero Usera desvela sus perlas escondidas a quienes se aventuran y cruzan una puerta que apenas da pistas de su interior. Aquí hay dos momentos para quedarse imantado un tiempo; cuando superéis la primera fase, tres escaleras os conducirán al pequeño salón del fondo, donde el magnetismo es ya puramente visual, quizás atractivo solo para los más cocinillas. Partid de que su castellano es escaso pero, aún así, será mejor que vuestro nivel de mandarín. Estáis frente a una cámara frigorífica abierta y una pila de cestitas multicolores de plástico. Resulta algo así como visitar la despensa de Masterchef pero sin cronómetro. El precio lo marca la báscula (14,95 €/kg). Dos por dos metros de comida. Cuatro o cinco estanterías donde se ordenan bandejas de casquería, tallarines, verduras congeladas y frescas, mariscos, albóndigas de varios sabores, setas y raíces de loto, algún bocado ininteligible... Lo pesan, escogéis el nivel de picante, pagáis y os dan una pulserita con un número. Mientras esperáis, y aquí llega la segunda parte, ojead de soslayo el meticuloso e higiénico trabajo del cocinero, que extrae el suculento caldo de una cazuela tamaño marmita de Astérix y selecciona cada ingrediente para que llegue a la mesa, diez minutos después, con el punto exacto de cocción. Dos apuntes: con un bol de sopa comen dos y hacer ruido al sorber no está mal visto. No os queméis y regocijaos.
Time Out dice
Detalles
Discover Time Out original video