Vesta Taberna

A tres días de la apertura no tenían nombre. Ahora no tienen una mesa libre los fines de semana y en la terraza no cabe un alfiler cualquier día claro. Versatilidad máxima. Podéis ir a tapear (os acabaréis sentando tarde o temprano), a la carta (de una berenjena asada con ajo negro al soberbio tataki de solomillo ahumado) o lanzaros de cabeza al menú degustación (bajo reserva). El muy viajado José Manuel (cocina) y Juan (sala) harán que salgáis felizmente achispados a copas de vinos naturales, rodando por los jardines de la Casita del Príncipe. Cero protocolo en un local sencillo y para un discurso de nivel en línea ascendente. “Quiero ir refinando mi propuesta pero sin perder a esos chavales tomándose unas cervezas y unas costillas o una tosta de setas en la barra. Y todo sin miedo. El rabo de vaca fue un éxito
pero me cansé y lo quité. Pronto apostaremos más por lo vegetariano y reduciré la carta para atender los postres”. Todo sale de un espacio minúsculo, donde no caben las recetas, gobierna la libertad (si no hay mejillones, probemos con navajas) y el producto de cercanía. Para seguirles muy de cerca.