Apenas ronda la treintena el restaurador, Ignacio Sánchez, que se estrena con este local tras estudiar en el Basque Culinary Center y curtirse en el grupo santanderino Deluz y Compañía (El súper de los pastores o La Carmencita, entre otros proyectos). Un espacio, abierto todos los dias, donde ganan los detalles, el material que entra en juego, sea una pared de adobe o un destilado. Todo quiere rezumar artesanía (el menaje está hecho a mano y en exclusiva para el restaurante) y naturaleza primaria (hay una cascada de agua en la pared frontal del reservado, con capacidad de hasta 17 personas)
Y casi una treintena de platos son los que visten la carta que parte del respeto por la tradición, o lo que es sinónimo en este caso, los tiempos largos de cocción y los fondos y salsas con un plus de carácter como demuestran sus arroces o sus carrilleras. La misma personalidad que quieren evidenciar sus cócteles, en una marcada línea craft, elaborados a partir de macerados hechos en la casa o de alcoholes artesanales.
Hay para abrir boca con raciones de siempre de nuestro recetario, confortables y llevadas a otro nivel (hablamos croquetas y ensaladilla) pero también guiños internacionales en los entrantes (saam de papada o langostinos crujientes con tajín). Todo en favor de lograr una carta que conquiste por su honestidad y lance las expectativas que también genera el espacio decorado e iluminado por Helena Cánovas (que viene de trabajar con Rosa-Violán).